sábado, 17 de marzo de 2012

Sonría, por favor

Venga, inténtalo, sonríe. Dices que hoy no hay ganas, vale, pero al menos representa una mueca tipo Jack Nicholson interpretando al Joker. Prueba a mantener una sonrisa aunque sea forzada el tiempo que tardes en leer este post.

No te descubro ningún secreto si te digo que cuando te sientes bien sonríes, lo curioso es que cuando sonríes, aunque sea una sonrisa forzada inmediatamente empiezas a sentirte mejor. Lo que han descubierto los investigadores en este campo es que las distintas emociones generan una disposición fisiológica determinada de manera involuntaria pero, de la misma manera, el representar esa disposición muscular de manera voluntaria puede hacernos sentir esa emoción.

Hace unos años, un equipo de psicólogos alemanes realizó un estudio que confirmaba este fenómeno. Mostraron unos dibujos animados a un grupo de personas, algunas de las cuales tenían que sujetar un bolígrafo en los labios (una acción que impide la contracción de cualquiera de los dos músculos principales de la sonrisa, el risorio y el cigomático mayor), mientras que otras tenían que apretar un bolígrafo entre los dientes (lo que causaba el efecto opuesto y les obligaba a sonreír). A los integrantes de este último grupo los dibujos les parecieron mucho más divertidos. Tal vez estos resultados sean difíciles de creer, ya que damos por sentado que primero sentimos una emoción y después expresamos, o no, esa emoción en la cara. Pensamos que la cara es un residuo de la emoción. En todo caso, lo que reveló el estudio es que el proceso funciona también en la dirección opuesta. La emoción puede empezar igualmente en la cara. La cara no es un escaparate secundario de nuestros sentimientos interiores. Es un componente de igual valor en el proceso emocional.  

En un experimento similar Laird pidió a dos grupos de personas que sumasen una lista de números. Durante la tarea, a un grupo se le dijo que frunciese el ceño (o, en palabras de los investigadores, “que contrajeran el músculo superciliar”), mientras que al otro se le pidió que esbozase una leve sonrisa (“que extendiesen el músculo cigomático”). Este sencillo movimiento facial tuvo un efecto sorprendente cuando pidieron a los participantes que puntuaran la dificultad de la tarea: lo que fruncían el ceño estaban convencidos de que se habían esforzado mucho más que los sonrientes.

De manera que si sonreímos aunque sea una sonrisa de cortesía nos sentimos mejor y no sólo eso, también podemos hacer sentir mejor a los demás. La gente siempre devuelve una sonrisa, incluso se ha demostrado que la gente sonríe ante las sonrisas reflejadas en una foto. La sonrisa, como la risa, es contagiosa, lo habrás experimentado alguna vez y, si no, prueba con esto:


 
P.D. ¿Te sientes un poquito mejor? Hacer sonreír a alguien puede que no cambie el mundo pero, al menos, cambiará su mundo.

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