sábado, 3 de marzo de 2012

Fe ciega

Uno de los descubrimientos más asombrosos de la neurociencia en los últimos años es la constatación de que nuestra mente puede curar o enfermar nuestro cuerpo. Seguro que has oído hablar del efecto placebo, que no es más que el efecto que se produce cuando un enfermo mejora, o incluso se cura, después de ingerir una sustancia inocua o de ser sometido a una intervención sin ningún valor terapéutico.

Además, cuando la expectativa positiva del enfermo se complementa con la comunicación implícita de confianza por parte del médico, la posibilidad de que el paciente responda al tratamiento aumenta considerablemente. Esto se puso de manifiesto en un interesante experimento llevado a cabo por Richard Gracely. Este investigador seleccionó sesenta pacientes voluntarios a quienes se les iba a extraer una muela del juicio, y les advirtió de que para calmar después de la extracción unos recibirían al azar un placebo y otros un calmante. Los dentistas, sin embargo, fueron informados de que a los primeros treinta pacientes debían recetarles un calmante y a los otros treinta un placebo, aunque no deberían revelarlo. En realidad, sin que los dentistas ni los pacientes lo supieran, los sesenta pacientes recibieron placebo. Al final del experimento, los primeros treinta pacientes, a quienes los dentistas pensaban que habían recetado un analgésico, se sintieron mucho más aliviados del dolor que los otros treinta pacientes a quienes los doctores pensaban que habían dispensado un placebo. Cuando los médicos están convencidos de que sus técnicas son eficaces y comunican esperanza a los pacientes, se unen las expectativas positivas del médico y del paciente y aumentan las posibilidades de mejoría incluso en respuesta a una sustancia inerte. Así, parece que el truco no está sólo en generar expectativas positivas acerca de nuestra vida, sino en rodearnos de gente que crea en nosotros y nos lo haga saber.

Pero lo interesante del efecto placebo es que también funciona en sentido contrario, hay un efecto nocebo. Las creencias negativas pueden hacerte daño e incluso pueden matarte. Aparece en sujetos que están sugestionados y creen que algo que es objetivamente inocuo, o incluso beneficioso, les producirá efectos adversos. Un buen ejemplo lo encontramos en el experimento que realizó hace algunos años un equipo de médicos noruegos para comprobar si el teléfono móvil aumentaba el dolor de cabeza. Para sorpresa de los investigadores, algunos de los participantes se quejaban de cefalea tras tener los móviles cerca sin saber que estaban usando solamente una carcasa vacía.

 
Llevado al extremo, el efecto nocebo puede provocar la muerte. Los antropólogos sospechan que eso es lo que les ocurre a los afectados por la “muerte vudú”, que fallecen súbitamente tras ser amenazados por los hechiceros o las brujas de la tribu. Aunque a mi me gusta más otra explicación. Cuando el chamán lanza una maldición sobre alguien delante de todo el pueblo y los demás piensan: “La maldición vudú funciona, así que esta persona tiene los días contados,  no desperdiciemos en ella agua y comida”. Al verse privada de alimento y de agua, muere de hambre: y ahí lo tienes, otra maldición vudú cumplida.
En el fondo, todo es una cuestión de confianza. Puede que hasta ahora no se haya metido a la confianza bajo la lupa de un microscopio pero, cada vez, hay más pruebas de los efectos positivos de esta actitud. No solo en medicina. En cualquier otro campo, como, por ejemplo, la educación. Los expertos aseguran que  la confianza en los profesores es uno de los hechos clave que han convertido al sistema educativo finlandés en el mejor del mundo.
Parece que el poder de tus creencias tanto positivas como negativas es muy fuerte. La función de tu mente es crear coherencia entre lo que crees y la realidad que percibes. Por lo tanto si tienes en tu mente la creencia de que no puedes hacer algo la mente intentará crear coherencia haciendo que verdaderamente no puedas hacerlo. Es interesante lo que decía Henry Ford: “Tanto si crees que puedes como si crees que no puedes tienes razón”.


P.D.: El mejor remedio es siempre el optimismo: da un simple paso con confianza y las cosas empezarán a suceder.

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