sábado, 28 de enero de 2012

No leas este blog

Vaya, siento decirte que estás haciendo justo lo que yo quería que hicieras: leer el blog. De eso se trata hoy, de psicología inversa, que no es más que el nombre que le hemos puesto a una técnica conductista sutil que trata de conseguir un efecto en otra persona haciéndole creer que quieres que haga algo que en realidad no quieres. Se fundamenta en el fenómeno de la resistencia psicológica o reactancia: todos somos reacios a ser persuadidos, nos resistimos a hacer lo que nos es impuesto porque sentimos que afecta a nuestra libertad o autonomía. Es por esta reactancia que las personas tienden a hacer lo contrario a lo que se les pide para demostrar que son libres de elegir y, como dicho así suena un poco enrevesado, te pondré algún ejemplo.
 
 
Si lo usamos para vender la técnica de la “antiventa” sería como cuando un vendedor le dice a su futuro cliente: “Este producto es quizás demasiado caro para usted, no sé si se lo va a poder permitir”. El cliente se diría para sus adentros: “¡Dice que no puedo permitírmelo! ¡Éste se va a enterar! ¡Quién se ha pensado que soy! ¿Un pobre hombre acaso?”

Te confieso que hace poco empecé a utilizar esta táctica con mi hija de cinco años. Los padres solemos ofrecer recompensas a los niños para que hagan cosas que no les gustan: “si lees dos páginas de un libro, te dejo ver la televisión durante una hora”. Los niños entienden de esta manera que ver la televisión es algo bueno, algo a lo que aspiran, algo divertido y en definitiva algo que deben conseguir. Además entienden que leer un libro es aburrido, porque debemos premiarlo para que lo hagan (“uff, si me tienen que dar un premio para que lo haga es porque es un rollo”). De manera que si lo que quiero es que mi hija lea y vea menos televisión, debo hacerle creer que lo divertido es leer y que lo aburrido es ver la televisión: “si ves la televisión al menos una hora podrás leer dos páginas de este libro”. De esta manera, sólo le permito leer dos páginas de un cuento o libro si (y sólo si) está una hora delante de la televisión. El primer día pasó la hora y probablemente ni se acordó del libro. Pero a medida que pasan los días, está más atenta al tiempo que pasa que a lo que ponen en la televisión y está ansiosa por coger el libro tan especial que tiene mamá, del que sólo puede leer dos páginas por día. Sin darnos cuenta los padres reforzamos las conductas inapropiadas porque las limitamos y les damos más importancia que al resto.
 
 
En la seducción la psicología inversa funciona porque, como sabes, todo lo que nos prohíben llama más nuestra atención, se convierte en un reto. ¿Cómo crees que funcionaría un: “Hoy no vamos a hacer el amor, así que deja de mirarme así”?

Viktor Frankl, el famoso psiquiatra y escritor, solía preguntar a sus pacientes más inestables o con más problemas: “¿Por qué no se suicida usted?”. En ese momento las personas imaginaban el suceso y encontraban un motivo para no hacerlo, a partir del cual empezaba a trabajar Frankl para sujetar a sus pacientes a ese motivo que les aferraba a la vida.

P.D. Si estás pensando en manipulación no olvides que mis ejemplos han sido de marketing, seducción y psiquiatría pero también de educación. Saca tus conclusiones.

sábado, 21 de enero de 2012

No me chilles, que no te veo

Hoy te contaré cosas acerca de la manera que tenemos las mujeres y los hombres de comunicarnos o, mejor, de no entendernos.

Me gusta como lo explica John Gray: Los hombres y las mujeres se comunican de manera tan diferente que casi parecen proceder de planetas distintos, Marte y Venus, con idiomas distintos y necesidades también diferentes.

Una traducción “literal” de las palabras de la mujer puede fácilmente confundir a un hombre acostumbrado a utilizar el habla como medio de transmitir sólo hechos e información. “Quiero olvidarme de todo” significa, traducido al marciano: “Quiero que sepas que me encanta mi trabajo y la vida que llevo, pero hoy me siento abrumada. Me gustaría hacer algo realmente positivo para mí antes de tener que aceptar responsabilidades de nuevo. ¿Por qué no me preguntas ¿Qué hay? y luego escuchas con solidaridad y comprensión y sin ofrecer soluciones? Lo que quiero es ver que comprendes las presiones a las que estoy sometida. Eso haría que me sintiera mucho mejor. Me ayudaría a relajarme. Mañana volveré de nuevo a ser responsable y a hacer cosas”.

Sin esta traducción, cuando la mujer dice: “Quiero olvidarme de todo”, es posible que el hombre oiga: “Tengo que hacer muchas cosas que no quisiera hacer. Soy muy infeliz contigo y con esta relación. Deseo una pareja mejor, un hombre que haga mi vida más satisfactoria. Lo estás haciendo muy mal”

Uno de los grandes desafíos a que se enfrentan los hombres es el de interpretar correctamente y apoyar a la mujer cuando ésta habla de sus sentimientos. El mayor desafío para las mujeres es interpretar correctamente y apoyar al hombre cuando éste no habla. Para nosotras, es fácil interpretar mal el silencio. Los hombres antes de hablar o contestar, “rumian” primero en silencio o piensan en lo que han oído o experimentado. De manera interna y callada, imaginan la respuesta más correcta o útil. Las mujeres debemos entender que, cuando el hombre calla, lo que está diciendo es: “Todavía no sé qué decir, pero estoy meditando”. Y en cambio, lo que oímos es: “No te contesto, porque no me importas y no voy a hacerte caso. Lo que me has dicho carece de importancia, y por lo tanto no te contesto”. Es fácil que una mujer imagine lo peor cuando el hombre se queda callado, porque una mujer sólo se quedaría callada cuando lo que tuviera que decir pudiera hacer daño o cuando no quisiera dirigirle la palabra a alguien porque ya no confiara en él y no quisiera tener nada que ver con él.

Cuando está disgustado o agobiado, el hombre deja automáticamente de hablar y se encamina hacia “la cueva” para aclarar sus ideas. Si nosotras les permitimos ir a sus cuevas, los hombres saldrán al cabo de un rato y aquí no habrá pasado nada. Una de las reglas de oro en Venus es no abandonar jamás a una amiga cuando ésta está agobiada. La mujeres que nos preocupamos por ellos, queremos entrar en la cueva para socorrerlos pero esto no hace más que aumentar el malestar de los marcianos. ¡No entres nunca en la cueva del hombre si no quieres ser quemada por el dragón!


sábado, 14 de enero de 2012

Cuando Harry encontró a Sally

El otro día leí un artículo cuyo título rezaba “A las españolas les importa más el dinero de su pareja que su atractivo”, como me temo que las féminas podemos dar la impresión de ser pécoras interesadas me pide el cuerpo romper una lanza a favor del género. Tengo que decir que los hombres y las mujeres no son iguales porque su cerebro y su adaptación evolutiva tampoco lo son. Y ya de paso digo que si tengo que elegir entre la corrección política y la verdad científica opto por la última, aunque las verdades científicas no sean siempre bien acogidas.

Ese funcionar de manera diferente incluye el que para el hombre sean más importantes las imágenes y para la mujer las palabras y, no sólo esto, también sus dotes como buen cazador. El cerebro femenino ha aprendido a identificar a hombres cuyos recursos y actitud puedan ayudar a sobrevivir a su descendencia. Durante más de cinco años Buss estudió las preferencias en materia de varones de más de diez mil mujeres pertenecientes a treinta y siete culturas de todas las partes del mundo y descubrió que, en todas las culturas, las mujeres tienen menos interés en el atractivo visual (a pesar de que buscan parejas que sean, por termino medio, diez centímetros más altos y tres años y medio mayores que ellas), y más, en sus recursos materiales y estatus social. Por el contrario, para el hombre es más importante el físico de la mujer. El cerebro masculino ha aprendido a identificar a las parejas más sanas, a las que más probablemente les darán hijos. Según los resultados de Buss, en todo el mundo, los hombres prefieren esposas físicamente atractivas, de entre veinte y cuarenta años, que sean por lo común dos años y medio más jóvenes que ellos. También quieren que sus posibles parejas a largo plazo tengan piel clara, ojos luminosos, labios carnosos, cabello brillante y figuras curvilíneas como un reloj de arena. Desde una perspectiva práctica, todos estos rasgos, por superficiales que puedan parecer, son sólidas señales visuales de fertilidad.

El cerebro del hombre presta mucha importancia a su papel sostenedor de la mujer y sus vástagos por eso es fundamental para él sentir que puede mantenerlos. En el caso de la mujer, a pesar de la emancipación económica, sus tendencias arraigadas evolutivamente siguen estando presentes de una manera inconsciente. Es por eso que, a nivel emocional, una mujer necesita sentir cariño, comprensión, respeto, devoción y seguridad y, por el contrario, el hombre necesita confianza, aceptación, apreciación, aprobación y admiración.

A menudo, el amor falla porque solemos dar a los otros, instintivamente, aquello que nosotros mismos necesitamos. Las mujeres les dan a los hombres cariño, amor y  les persiguen cuando están estresados y sólo necesitan que se les deje solos. La mujer cree que está dando amor cuando hace un montón de preguntas atentas o muestra preocupación. Esto puede fastidiar mucho al hombre, es posible que empiece a sentirse controlado y a ansiar espacio. Los hombres, por su parte, deben recordar que las mujeres hablan de sus problemas para intimar, y no precisamente para conseguir soluciones. A menudo, la mujer sólo quiere manifestar sus sentimientos acerca de cómo le ha ido el día y el hombre, creyendo ayudar, la interrumpe y le ofrece toda una retahíla de soluciones a sus problemas o hace comentarios que quitan importancia a los problemas de ella. Puede decir, por ejemplo: “No te preocupes, no es para tanto”. O bien, es posible que no le haga el menor caso y suponga que le está dando a ella mucho “espacio” para que pueda tranquilizarse y meterse en su cueva. Lo que él considera como apoyo la hace a ella sentirse minimizada, desatendida y desdeñada.
 
Los hombres luchan por el derecho a ser libres, mientras que las mujeres luchan por el derecho a estar disgustadas. Los hombres quieren espacio y admiración y las mujeres comprensión.

P.D.: El conflicto está servido, tomémoslo con humor….

sábado, 7 de enero de 2012

Los hombres no lloran...o sí?

Por mucho que te empeñes difícilmente vas a poder evitar que tu mente deje de trabajar con estereotipos. Nuestra mente consciente, que tiene una capacidad bastante limitada, los necesita para funcionar de una manera más eficiente. Los estereotipos son ideas preconcebidas de la realidad, esquemas mentales que te ayudan a tomar decisiones rápidas sin tener que analizar en profundidad todos los elementos de una situación. En cierto modo, un esquema es como una teoría, una creencia sobre la forma en que funciona la experiencia.

Como ocurre con cualquier teoría, un esquema comporta un conjunto de suposiciones que consideramos plenamente fundamentadas. Esto es precisamente lo que nos permite formular interpretaciones que van más allá de la evidencia inmediata que nos proporcionan los sentidos. Y todo este armazón cognitivo hace posible, en suma, que puedas abrirte paso a través de la ambigüedad propia del mundo con que tienes que bregar. Pero, como casi todo en la mente humana, son un arma de doble filo. Nos impiden profundizar y nos perdemos la excepción, el detalle. La buena noticia es que, al igual que ocurre con las teorías, los esquemas también pueden ser revisados, en cuyo caso nuestro conocimiento aumenta.
Hace poco descubrí lo equivocada que estaba respecto a las hienas:

Todos conocemos la escena. Amanece en la sabana unos leones se comen a un animal muerto. Nos encanta y estiramos el cuello para poder ver bien la sangre y las tripas. De pronto, las localizamos en el borde de nuestro campo visual: hienas remolonas, inmundas, que inspiran desconfianza y que intentan abalanzarse sobre la comida: ¡carroñeras! Se nos invita a colmarlas de desprecio. Resulta que son fantásticas cazadoras. ¿Y sabes lo que pasa? Los leones, que no se distinguen por su eficacia a la hora de cazar, porque son grandes, lentos y muy visibles, se dedican a espiar a las hienas y a quitarles lo que han matado. No es de extrañar que cuando amanece en la sabana las hienas tengan un aspecto horrible, con grandes ojeras. Se han pasado toda la noche cazando y ahora, ¿quién está desayunando?
De vez en cuando deberías parar y profundizar un poco acerca de la imagen que tienes de algunas cosas y algunas personas. Solemos equivocarnos en negativo, probablemente porque hemos escuchado demasiadas veces eso de “piensa mal y acertarás” que no es más que, como diría Goebbels, una mentira repetida tantas veces que hemos conseguido convertirla en verdad.

Es bonito dejar que la vida te sorprenda y, si abres tu mente, lo hace constantemente. Así que si quieres satisfacer las expectativas que te generó el título de este post mira el vídeo.

P.D.: Observa, respeta el hecho, intenta verlo tal como es; no creas lo que deseas creer; deshazte de los apriorismos personales, de los prejuicios…. Las cosas –decía Santo Tomás de Aquino- son lo que son, no lo que me parece que son.

domingo, 1 de enero de 2012

La vie en rose

Hay una teoría circulando por ahí que mantiene que los optimistas se equivocan con tanta frecuencia como los pesimistas pero los primeros son incomparablemente más felices.

Lo cierto es que los optimistas no son sólo más felices, además les va mejor. El optimismo es como una profecía que se cumple por sí misma. Las personas optimistas presagian que alcanzarán lo que desean, perseveran, y la gente responde bien a su entusiasmo. Esta actitud les da ventaja en el campo de la salud, del amor, del trabajo y del juego, lo que a su vez revalida su predicción optimista. Es fácil imaginar esos días en los que algo empieza yendo mal, y todo se complica por momentos. Te desanimas con el primer fracaso, vas estresándote y entras en una espiral en la que no puedes si no estropearlo todo.

Richard G.M. Morris, profesor de Neurociencia de la Universidad de Edimburgo, llevó a cabo un experimento que constaba de dos pruebas consecutivas. Previamente había escogido al azar dos docenas de cobayas. En la primera prueba introdujo la mitad en un estanque de agua enturbiada con un poco de leche, para que no vieran unos cuantos montículos que había colocado en el fondo. Éstos eran los cobayas ”con suerte”, porque mientras braceaban para flotar se podían apoyar y descansar temporalmente en los promontorios ocultos antes de proseguir su marcha en busca de una salida. A la otra docena de cobayas los metió en un estanque de aspecto similar pero sin montículos. Estos conejillos “desafortunados” no tenían más remedio que nadar sin descanso para no ahogarse. Después de un buen rato, Morris sacó a todos los exhaustos animalitos del agua para que se recuperaran.

A continuación tuvo lugar la prueba definitiva: el investigador echó a los veinticuatro cobayas a un estanque de agua, también enturbiada con leche, sin isletas donde descansar. Mientras los cobayas del grupo “con suerte”, a los que en el primer experimento les había tocado el estanque con montículos en los que apoyarse, nadaban a un ritmo tranquilo, el grupo de cobayas “desafortunados” chapoteaba desesperadamente sin rumbo. Justo en el momento en que las puntiagudas narices de los agotados animalitos desaparecían bajo el agua, Morris los rescató de uno en uno y, después de apuntar el tiempo que habían nadado, los devolvió a sus jaulas extenuados y probablemente sorprendidos de estar vivos.

Cuando Morris calculó los minutos que los cobayas se habían mantenido a flote, descubrió que los del grupo “con suerte” habían nadado más del doble de tiempo que los “desafortunados”. Su conclusión fue que los cobayas “con suerte” nadaron más tranquilos y durante más tiempo porque recordaban las invisibles isletas salvadoras de la primera prueba, lo que les motivaba a buscarlas con la esperanza de encontrarlas. Por el contrario, los cobayas que durante la primera prueba no habían encontrado apoyo alguno, tenían menos motivación para nadar y hasta para sobrevivir. Los primeros se habían convertido en optimistas porque habían tenido una primera buena experiencia, los desafortunados no tenían algo que tú tienes, la capacidad para inventar las circunstancias, de tener expectativas positivas.

“Las personas que funcionan bien en este mundo son las que al levantarse por la mañana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran las inventan” (Bernard Shaw, La profesión de la Sra. Warren). La conclusión es que atraemos nuestra suerte, si piensas en positivo hay más probabilidad de que te vaya bien, si no, al menos, habrás sido más feliz.

 A esto me refiero cuando digo levantarse con optimismo….



P.D.: “Con los ojos muy cerrados gozó esperando que llegara el beso también con el viento, y la espera de lo cercano, del amor ahí al ladito, hizo que el mundo entrara en perfección”. Un mundo para Julius, Bryce Echenique

En 2012 siéntete siempre en la linde de un maravilloso cambio...