sábado, 24 de diciembre de 2011

Ahora o nunca

Una vez le preguntaron al Buda que es lo que a él más le sorprendía de la humanidad. El Buda respondió:

“Los hombres, que pierden la salud para juntar dinero, y luego pierden el dinero para recuperarla y que por pensar ansiosamente en el futuro olvidan el presente de tal forma que acaban por no vivir ni el presente ni el futuro. Viven como si nunca fuesen a morir, y mueren como si nunca hubiesen vivido”

Estar en el presente es una de las tareas más difíciles que tenemos que aprender. Tendemos a dejar pasar la vida mientras el futuro nos tortura y el pasado nos encadena. Habitualmente percibes el presente como un obstáculo indeseable que te impide tener lo que quieres aunque en realidad ya lo tienes pero no puedes verlo porque tu mente hace demasiado ruido.

Nuestro pensamiento está formado por uno o más diálogos internos que comentan, juzgan, se quejan, aceptan, rechazan…esa voz puede estar revisando el pasado cercano o lejano o ensayando o imaginando situaciones futuras. Incluso esta pista de sonido la acompañas con imágenes visuales o “películas mentales”.

Lo malo de esto es que no somos capaces de apagarlo, no sabemos cómo dejar de pensar. Tienes que saber que el pensamiento no puede existir sin la consciencia, pero la consciencia sí puede prescindir del pensamiento. La no-mente es consciencia sin pensamiento y sólo a través de ésta es posible pensar creativamente. Los grandes científicos han manifestado muchas veces que sus grandes logros creativos llegaron en un momento de quietud mental, de manera que cuando no somos creativos no es porque no sabemos pensar si no porque no sabemos cómo dejar de pensar.

Intenta recordar cuantas veces estás plenamente consciente de lo que estás viviendo sin que tu mente se vaya hacia lo que fue o hacia lo que tiene que ser. Cuántos amaneceres te has perdido mientras conducías a tu trabajo o los paseos que has desaprovechado por ir deprisa a cualquier parte. El secreto de una vida plena está en ser capaz de disfrutar de cada momento, de ser consciente. La razón por la que a algunas personas les gusta embarcarse en actividades peligrosas, como el montañismo o las carreras de coches puede que sea porque les fuerzan a entrar en el ahora, resbalar fuera del momento presente, siquiera un segundo, puede significar la muerte.

Hace unos años Eckhart Tolle escribió El poder del ahora. Un magnífico libro que, cuestiones espirituales aparte, habla precisamente de nuestra incapacidad para disfrutar del presente. Se refiere a la necesidad de consciencia que durante años han predicado las corrientes budistas y que han puesto en práctica a través de la meditación. Toda la esencia del Zen consiste en caminar por el filo de la navaja del ahora, en estar tan absolutamente presente, que ningún problema, ningún sufrimiento, nada que no sea quién eres tú en tu esencia, pueda sobrevivir en ti.


P.D: Es que quiero sacar de ti tu mejor tú. Ese que no te viste y que yo veo, nadador por tu fondo, preciosísimo (Pedro Salinas, La voz a ti debida).  Feliz Navidad.

domingo, 18 de diciembre de 2011

El infierno (no) son los otros

Salvo Sartre, y tengo mis dudas, todos los demás padecemos de instinto gregario. Tenemos una gran disposición a formar parte de un grupo, a relacionarnos con los demás. Los recientes estudios acerca de la felicidad señalan que una de las cosas que nos hacen sentir más felices es pasar tiempo con otros. Además, el hecho de preferir estar en grupo es una cuestión de supervivencia. De hecho, uno de nuestros mayores miedos, junto al de hablar en público o el miedo a volar, es que nos echen de la cueva, entre otras cosas porque podrían devorarnos las fieras.

Es cierto que, además de gregarios, somos seres egoístas por naturaleza. Ambos extremos nos sirven para sobrevivir como individuos y como especie. Pero en mi opinión, puestos a elegir, lo gregario es siempre más útil para la supervivencia del grupo y en consecuencia, del individuo.

Piensa en las veces que tus tendencias ególatras te han hecho volver la cara ante los, que supones son, problemas de otros. Ruben Turienzo (rubenturienzo.com) utiliza una fábula en su libro Saca la lengua, que te va a servir para darte cuenta de lo improductiva que puede resultar esta actitud.

Un ratón, mirando por un agujero en la pared, ve a un granjero y su esposa abriendo un paquete. Sintió una gran emoción imaginando qué podría ser lo que contenía pero quedó aterrorizado cuando descubrió que ¡¡¡ era una ratonera !!!. De manera que fue corriendo al patio de la granja a advertir a todos:
-Hay una ratonera en la casa, una ratonera en la casa!!!

La gallina, que estaba cacareando y escarbando, levantó la cabeza y dijo:
- Discúlpeme Sr. Ratón. Yo entiendo que es un gran problema para usted, más no me perjudica en nada, no me incomoda.

El ratón fue hasta el cordero y le dijo:
- ¡¡¡ Hay una ratonera en la casa, una ratonera !!!
- Discúlpeme Sr. Ratón, pero no hay nada que yo pueda hacer, solamente pedir por usted. Quédese tranquilo que será recordado en mis oraciones.

El ratón se dirigió entonces a la vaca, y la vaca le dijo:
- Pero, ¿acaso yo estoy en peligro? Pienso que no…. es más ... Estoy segura que no.
Entonces el ratón volvió a la casa preocupado y abatido para encarar a la ratonera del granjero.

Aquella noche se oyó un gran barullo, como el de una ratonera atrapando a su víctima. La mujer del granjero corrió para ver lo que había atrapado. En la oscuridad, ella no vio que la ratonera atrapó la cola de una cobra venenosa. La cobra mordió a la mujer.
El granjero la llevó inmediatamente al hospital. Ella volvió con fiebre. Todo el mundo sabe que para alimentar alguien con fiebre, no existe nada mejor que una sopa. El granjero agarró su hacha y fue a buscar el ingrediente principal: la gallina.

Como la enfermedad de la mujer continuaba, los amigos y vecinos fueron a visitarla. Para alimentarlos, el granjero mató el cordero. Pero la mujer no se curó y acabó muriendo.
Y el granjero entonces vendió la vaca al matadero para cubrir los gastos del funeral.

Te guste o no, todo depende de todos. Ya no es sólo cuestión de vivir en grupo, ahora formamos parte de redes cargadas de remitencias y no tienes más remedio que actuar responsablemente.

P.D.: Hay una frase de Susanita, la amiga de Mafalda, que me divierte mucho: Yo amo a la humanidad, lo que me revienta es la gente. Me temo que esto mismo debieron de pensar estos simpáticos marcianitos… ¡¡qué lección de humanidad!!

sábado, 10 de diciembre de 2011

Felicidad aplazada

A finales de los 60´s el psicólogo Walter Mischel llevó a cabo un experimento con niños y marshmallows. Se propuso medir científicamente la fuerza de voluntad en un grupo de niños y observar cómo esta habilidad podía influir en la evolución hacia la edad adulta.

Echa un vistazo, es divertido:



Durante los cuarenta años posteriores, era un estudio longitudinal, Mischel analizó la personalidad de todos esos niños y resultó que los impulsivos, los que no eran capaces de retrasar la gratificación, tenían baja autoestima y umbrales bajos de frustración, mientras que los que habían esperado eran personas socialmente más competentes y con mayor éxito académico. Por su parte, Goleman introduce el control de impulsos como un elemento de la inteligencia emocional. Así, la gratificación diferida se convierte en un elemento para obtener éxito en la vida.

Todo va bien hasta que nos topamos con el concepto contrario; el síndrome de la felicidad aplazada. Término que surgió en Australia tras un gran debate nacional sobre el intento de conciliación entre la vida laboral y familiar. Los resultados de una encuesta realizada a nivel nacional fueron alarmantes, denotaban una tendencia creciente de los australianos, el 30%, a mantener situaciones difíciles y estresantes con la creencia de que dicho esfuerzo les merecería la pena a largo plazo.

Pilar Jerico (http://www.pilarjerico.com) identifica los síntomas:

  1. ¿Busca una vida con mejores comodidades (casa, automóvil, colegios, vacaciones…) y eso le obliga a trabajar más horas y más duramente?
  2. ¿Tiene la necesidad de ahorrar todo cuanto pueda para su jubilación, momento quizá sublimado?
  3. ¿Tiene miedo a cambiar de trabajo y prefiere seguir con el estrés con el que vive?
Las consecuencias del síndrome son varias. Lo más importante es que se sacrifica la felicidad presente trabajando y trabajando porque se piensa que en el futuro todo cambiará.

No hace falta vivir el síndrome de la felicidad aplazada para saber que el miedo es un mal enemigo de nuestra calidad de vida y de nuestra felicidad. En cincuenta años hemos multiplicado varias veces nuestra capacidad adquisitiva y, sin embargo, nuestros índices de felicidad permanecen igual y, lo que es peor, las depresiones se han multiplicado por diez en los países desarrollados.

Cuando en clase lanzo alguna pregunta acerca del comportamiento humano siempre acierta el alumno que contesta: “depende”. Y en este caso depende de encontrar el punto medio entre beberse la vida a chorros o guardar algo para luego, como la hormiga.

domingo, 4 de diciembre de 2011

La realidad no existe

Es una de las frases que más controversias generan en clase: La realidad no existe. Y sospecho que no es porque vivamos en una cultura materialista donde lo que no puedo comprar no existe, que también, si no porque es una premisa que nos carga de responsabilidad personal. ¿Dices que esa mesa no existe?, eso digo, existe tu mesa, mi mesa… vivimos en un Mundo lleno de Mundos.

Eso implica que podemos manejar la realidad a nuestro antojo. Que puede convertirse en lo que nosotros queramos que sea y, de la misma forma, también podemos cambiar la realidad de los demás. Como esto último rezuma a Goebbels lo dejaré para otro día. Intentaré aplicar lo primero a la ofensa.

Muchas personas no han sabido aprender a defenderse contra las ofensas que se les presentan y parecen vivir en un estado de perpetua propensión a sentirse ofendidos. Da la impresión de que muchas de ellas carecen por completo de sentido del humor. Experimentan un malestar continuo y en lugar de sentirse felices, quieren que las personas felices compartan su malestar. Ahí va el reto:

Dime, ¿cuántas veces al día te sientes ofendido? Bien, ahora lee esto:

Un día Von Karajan caminaba con brío por una calle céntrica de una ciudad y otro hombre caminaba con el mismo brío por una calle que cortaba. Iban rumbo a una colisión, pero no lo veían porque un enorme edificio de oficinas situado en la esquina impedía la visión. Literalmente chocaron en la esquina y ambos se sobresaltaron por el choque y la sorpresa del mismo.

-¡Imbécil¡- le gritó el hombre a Von Karajan

Von Karajan se limitó a quitarse el sombrero a modo de saludo y respondió:

-Von Karajan-.

¿Has sonreído? Ahora vuelve a la respuesta anterior. Piensa en cuántas de esas veces que te ofendes podrías haber devuelto una sonrisa. En todo caso, con tanta libertad para crear nuestra propia realidad, no tienes demasiadas excusas para sentirte ofendido. Las personas que son capaces de reírse de sí mismas, y hacer reír a otras, no sólo son más felices en general, sino que también son mucho más difíciles de ofender.

Sonríe siempre que tengas oportunidad, siempre tienes esa oportunidad. De eso se trata, piénsalo.


P.D. Baudelaire te diría que el infierno está pavimentado de buenas intenciones pero, ese, era su Mundo J
 

domingo, 27 de noviembre de 2011

Diógenes y las lentejas

Déjame que hoy te cuente un cuento.

Diógenes de Sínope fue un filósofo griego perteneciente a la escuela cínica . Fue exiliado de su ciudad natal y trasladado a Atenas donde vivió como un vagabundo, convirtiendo la pobreza extrema en una virtud. Se dice que por casa tenía una tinaja y que de día caminaba por las calles con una linterna encendida diciendo que “buscaba hombres” (honestos). Sus únicas pertenencias eran: un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco hasta que un día vio que un niño bebía el agua que recogía con sus manos y se desprendió de él.

Un día, estaba Diógenes comiendo un plato de lentejas, sentado en el umbral de una casa cualquiera. No había ningún alimento en toda Atenas más barato que el guiso de lentejas.
 
Pasó un ministro del emperador y le dijo: <<¡Ay, Diógenes! Si aprendieras a ser más sumiso y a adular un poco más al emperador, no tendrías que comer tantas lentejas>>.

Diógenes dejó de comer, levantó la vista, y mirando intensamente al acaudalado interlocutor contestó: <<Ay de ti, hermano. Si aprendieras a comer un poco de lentejas, no tendrías que adular tanto al emperador>>.

Cuando veo las luces navideñas, más de un mes antes del inicio de la navidad, me viene a la cabeza la imagen de las gallinas a las que encienden y apagan las luces varias veces al día. Las pobres entienden que se ha hecho de día y,  sin mediar reflexión, ponen huevos. A veces, deberíamos pararnos a considerar sobre cómo nuestro afán de posesión nos ha convertido en ricos esclavos o irreflexivas gallinas.

sábado, 19 de noviembre de 2011

Más que ratas

La humanidad jamás le estará suficientemente agradecida a las ratas. Señaladas por su inmundicia y suciedad lo cierto es que son responsables de muchas de las mejoras en salud pública conseguidas a través de los avances en medicina y psicología.

 En la década de 1930, Selye comenzaba a trabajar en el campo de la endocrinología, estudiando la comunicación hormonal del cuerpo humano. Naturalmente, como ayudante de cátedra joven y desconocido, buscaba algo con que empezar su carrera investigadora. Un bioquímico al que conocía acababa de aislar una especie de extracto del ovario, y sus colegas se preguntaban qué efecto causaría en el organismo. Así que Selye pidió al bioquímico un poco del extracto y se puso a estudiar sus efectos. Todos los días trataba de inyectárselo a sus ratas, al parecer con cierta torpeza. Intentaba inyectarlas, fallaba, se le caían de las manos, se pasaba media mañana persiguiéndolas por la habitación, o viceversa, enarbolando una escoba para hacerles salir de detrás del fregadero, etc. Al cabo de varios meses, Selye examinó las ratas y descubrió algo extraordinario: tenían úlceras pépticas, las glándulas suprarrenales muy grandes (el origen de dos importantes hormonas del estrés) y los tejidos del sistema inmunitario reducidos. Estaba encantado: había descubierto los efectos del misterioso extracto ovárico.

Como era un buen científico, también había establecido un grupo de control: un grupo de ratas a las que inyectaba diariamente una solución salina, en vez del extracto. Y así, todos los días también, les inyectaba, se le caían, las perseguía…. Al final resultó que también tenían úlceras pépticas, las glándulas suprarrenales muy grandes y los tejidos del sistema inmunitario atrofiados.

Llegados a este punto, la reacción normal de un científico incipiente sería echarse las manos a la cabeza y matricularse en ciencias empresariales. Pero Selye se puso a razonar sobre lo que había observado. Los cambios fisiológicos no podían deberse al extracto ovárico, puesto que se habían producido de forma idéntica en el grupo de control y en el experimental. ¿Qué tenían ambos grupos en común? Selye pensó que eran sus inyecciones casi traumáticas. Quizá los cambios en el cuerpo de las ratas eran una especie de respuesta no específica del organismo a una situación general desagradable. Para comprobarlo, puso algunas en el tejado del edificio de investigación, en invierno, y otras en la sala de la caldera; a otras las sometió a un ejercicio obligado o a procedimientos quirúrgicos. En todos los casos halló un incremento en la incidencia de úlceras pépticas, un agrandamiento de las glándulas suprarrenales y una atrofia de los tejidos inmunitarios.

Selye acababa de descubrir la punta del iceberg de las enfermedades asociadas al estrés. Hoy sabemos que nunca se da el caso de que el estrés haga enfermar o de que aumente el riesgo de enfermar. Lo que aumenta el estrés es el riesgo de contraer enfermedades que hacen enfermar, o si ya se tiene una de ellas, el estrés aumenta el riesgo de que las defensas se vean superadas por ella.

Todo gracias a las ratas. In memoriam.

*P.D.: ¿Quieres saber más sobre el estrés? Este libro se absolutamente imprescindible: Sapolsky, R (2008) ¿Por qué las cebras no tienen úlcera? La guía del estrés. Madrid: Alianza

domingo, 13 de noviembre de 2011

Alas de mariposa

Hoy, finalmente, me decidí. Llevaba un tiempo dándole vueltas a esto de escribir un blog sin encontrarle el sentido y, hoy, me di cuenta de que no era una cuestión de sentido sino de sinsentido. Te pongo sobre aviso, para la RAE, el sinsentido es una cosa absurda, que no tiene explicación.

Intentaré explicarte el sentido de mi sinsentido a través de una metáfora, la del famoso Efecto mariposa de Lorenz.

Lorenz trabajaba con un modelo de predicción climatológica basado en un sistema de ecuaciones diferenciales acopladas (lo que técnicamente se denomina un maldito follón). Cada poco tiempo, el ordenador imprimía unos valores para las variables temperatura, humedad y dirección del viento en un punto dado. Llegado un momento, Lorenz tuvo que suspender la simulación y, al reanudarla, introdujo valores que ya tenía impresos para que el ordenador lo retomara donde lo había dejado. Pero no introdujo los últimos que tenía, sino unos anteriores. Dejó la máquina trabajando y se fue a tomar un café. Al cabo de un rato, las predicciones que hacía el ordenador no tenían nada que ver con las que él tenía impresas en la mano. Extrañado, empezó a investigar hasta darse cuenta de que al introducir de nuevo los datos, lo había hecho usando cinco decimales en vez de los seis que usaba el ordenador. Esta leve variación de los datos había hecho que las predicciones meteorológicas fuesen cada vez más distintas en las dos simulaciones. Al ser éste un sistema caótico, y no poder conocer nunca con exactitud los parámetros que fijan las condiciones iniciales (en cualquier sistema de medición, por definición, siempre se comete un error, por pequeño que éste sea) hace que aunque se conozca el modelo, éste diverja de la realidad pasado un cierto tiempo.

La idea que quiere transmitir la Teoría del caos es que pequeñas variaciones en un sistema caótico se pueden convertir al cabo del tiempo en grandes variaciones. Lorenz lo explicó con una estupenda metáfora “el aleteo de las alas de una mariposa pueden provocar un Tsunami al otro lado del mundo”.

El otro día leía una reflexión muy inspiradora de Juan Carlos Cubeiro www.jccubeirojc.blogspot.com.  Mantenía que ya no estamos en crisis, sino en un cambio de época, y por tanto cada uno debe asumir su responsabilidad, su reinvención y su esfuerzo para salir adelante. Debemos ser conscientes de que el reto de este cambio de época supone sumir que el simple aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo. Debemos despertar nuestra curiosidad y empezar a reinventarnos.

En este blog pretendo reflexionar acerca de cuestiones que tienen que ver con la ciencia y la psicología. Mi objetivo no es otro que despertar tu curiosidad y mantener la mía alerta. Un pequeño aleteo en el conocimiento desorganizado.

P.D.: La próxima semana prometo hablarte de ratas y, quizá, de estrés.