domingo, 10 de marzo de 2013

¿Te gusta cotillear?

¿Te has preguntado alguna vez por qué te gusta tanto cotillear? Sí, claro que chismorreas, todos los hacemos. Los humanos pasamos dos terceras partes de nuestras vidas de cotilleo, es decir, que cotilleamos más que dormimos o comemos… Y ¿por qué lo hacemos? En este caso una imagen vale más que mil palabras: piensa en cómo los demás primates se sacan las pulgas. Tal vez lo hagan porque no tienen tanta facilidad como nosotros para hablar. Robin Dunbar, psicólogo de la Universidad de Oxford, tiene claro que los humanos cotilleamos porque tenemos grupos sociales más amplios que los de los demás primates, así que hemos tenido que desarrollar un método eficaz para estar en contacto con el resto del mundo. Y nuestra alternativa humana es el habla. El chismorreo no es más que un espulgarse colectivo.

Los humanos utilizamos el habla, y más concretamente el cotilleo, como una forma rápida de diseminar y de recibir información a lo largo y ancho del mundo. Por ello, instrumentos como Twitter o Facebook, que son una forma de cotilleo planetario, responden perfectamente a nuestra necesidad de estar conectados e informados.

¿Por qué nos importa tanto enterarnos de lo que saben y lo que piensan los demás? Pues básicamente por nuestro instinto gregario. Lo tenemos programado en los genes. Creemos que necesitamos a los demás para que nos protejan, para que nos quieran, para enterarnos de los peligros y de las oportunidades que hay, y en este sentido el cotilleo nos ayuda a sentirnos aceptados e informados. ¡De la información depende tal vez tu supervivencia! De hecho, cuando en los grupos humanos como las oficinas queremos excluir a alguien, ¿qué hacemos? excluimos a esa persona del cotilleo. Es muy doloroso ser excluido, porque cuando nos sentimos aislados y rechazados se nos encienden todas las alarmas, ya no sabemos dónde acecha el peligro o qué oportunidad nos vamos a perder… Es de lo más cruel que se le puede hacer a alguien.

Así que el cotilleo tiene una parte oscura. Es muy poderoso. Puedes utilizar el cotilleo para sentir que perteneces y para forjar alianzas estratégicas. Tú me das información y yo te doy más información a cambio: ¿Quién es la amante del jefe? ¿Qué acciones van a subir en bolsa? ¿Qué tienda vende los tomates más baratos? A través del cotilleo puedes intercambiar información útil, pero también puedes utilizar información o inventarla para machacar la reputación de alguien, tal vez alguien que es un rival o al que detestas por pura envidia.  

Afortunadamente a los humanos nos pasa algo curioso cuando hablamos mal de los demás: cuando eres un cotilla negativo, alguien que utiliza la información para hacer daño, el asunto se te puede volver en contra. A Carnegie le gustaba recordar que si hablamos mal de los demás la gente puede acabar fácilmente achacándonos los defectos que reprochamos a otros. Una segunda buena razón para evitar decir cosas negativas de los demás es que se ha comprobado que las personas que cotillean para hacer daño suelen tener altos niveles de ansiedad y no son populares porque no son de fiar.

Me gusta la conclusión de Punset: soportar a los demás nos hace más inteligentes. La vorágine social del chismorreo mantiene a la gente en un estado de ansiedad y alerta muy superior al que exigiría el simple ánimo de sobrevivir y reproducirse. La ostentación, tanto como su inversa –que no se note demasiado-, obligan a ejercicios mentales cada vez más complicados para intuir lo que piensan los demás. La vertiente positiva de este estado de ánimo es un aprendizaje constante de los avatares del dominio social y el desarrollo de la inteligencia.



P.D.: La ansiedad y la necesidad de pertenencia que todos llevamos dentro, además de con el cotilleo, podemos calmarla a través de la amabilidad y el cariño.

1 comentario:

  1. Puede que exista una fase en la que el perímetro de interacciones que te rodea suscite ansiedades propias. Pero experiencia y destreza, de la mano, las minimizan. Y aprendes a escuchar a la gente como si leyeras titulares de periódicos o revistas. Con esa distancia que te permite ser espectador que decide e interactúa (o no) desde "fuera". Con esa c a l m a.

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