sábado, 25 de febrero de 2012

Te odio tanto, amor!!

El ser humano tiene tendencia a pensar en términos binarios, esto es, se encuentra cómodo con los temas que pueden ser contemplados de manera opuesta. En la mitología, religión y literatura occidentales son recurrentes: el bien frente al mal, lo masculino y lo femenino, lo cultural frente a lo natural, juventud frente a vejez, cielo e infierno, seco y húmedo, etc. Los estructuralistas, con Lévi-Strauss a la cabeza, explican este fenómeno basándose en que el cerebro humano está “estructurado” de tal manera que hace los contrastes binarios especialmente atractivos o “buenos para pensar”. Así, cuando hablamos de emociones tendemos a contraponer, por ejemplo, el amor al odio. Craso error. Déjame que te explique por qué:


Sentaré unas bases biológicas para que entiendas qué es una emoción. La emoción tiene tres partes: un componente neurofisiológico (que se manifiesta en respuestas como taquicardia, sudoración, vasoconstricción, hipertensión, tono muscular, rubor, sequedad en la boca, cambios en los neurotransmisores, secreciones hormonales, respiración, etc.), un componente conductual (determinadas por las expresiones faciales,  el tono de voz, volumen, ritmo, movimientos del cuerpo, etc.) y un componente cognitivo (lo que habitualmente conocemos como sentimiento que no es más que la interpretación cognitiva de lo que nos está pasando, calificar un estado emocional y darle un nombre).


Pues bien, resulta que, la mayoría de las emociones son muy parecidas en su sustrato neurofisiológico y resulta increíble comprobar que, fisiológicamente, el amor y el odio no son opuestos, sino muy, muy parecidos. De ahí que, cuando estudiamos el comportamiento de los seres humanos, encontramos indicios de uno de los hechos más extraños e inusuales en el mundo de los animales y es que confundimos la sexualidad con la violencia. El amor y el odio no son opuestos fisiológicos desde el punto de vista cerebral. Son estados muy similares. Sapolsky lo explica muy bien: “Resulta muy llamativo que los mecanismos fisiológicos que se activan ante reacciones de rabia intensa o las reacciones físicas extremas ante casos de emergencias son idénticas a los mecanismos que se activan ante situaciones de euforia o de placer extremo. Si mides los ritmos cardíacos de una persona, no sabrás si acaba de cometer un asesinato o si ha tenido un orgasmo. Las condiciones fisiológicas son idénticas”.

A diferencia del resto de animales, los humanos tenemos emociones mezcladas. Podemos odiar y amar al mismo tiempo. Por eso  no podemos hacer gala de la lealtad de un perro. Un perro es leal, básicamente, porque es incapaz de mezclar emociones distintas. En su lealtad a su dueño no hay ni rastro de odio. Y me imagino que estás pensando en algo muy típico del ser humano: los celos. Pues así es, los celos son una emoción sumamente compleja, una variante de la ira que también combina tristeza y miedo.

Hoy no tengo vídeo, tengo un cuento:

Un viejo indio estaba hablando con su nieto y le decía:
“Me siento como si tuviera dos lobos peleando en mi corazón. Uno de los dos es un lobo enojado, violento y vengador. El otro está lleno de amor y compasión.”
El nieto preguntó:
“Abuelo, ¿dime cuál de los dos lobos ganará la pelea en tu corazón?”
El abuelo contestó:
“Aquel que yo alimente.”

P.D.: Adivina entonces que es lo contrario al amor, eso mismo, la indiferencia.

sábado, 18 de febrero de 2012

Hoy no me puedo levantar

Son las 7:00 de la mañana, me despierta la ansiedad. Hoy no me puedo levantar, he debido dormir apenas unas horas. Desde que todo lo malo sucedió no pasa nada más en el mundo y siento que va a seguir sucediendo sin fin. Sensación de frío, desasosiego, temor, irrealidad. Pasaron la ira, la tristeza, la culpa repentinas y aún así no puedo quitármelo de la cabeza y, claro, como mis sentimientos dependen de mis pensamientos esto no marcha bien. Necesito encontrar la perspectiva del asunto pero por más que lo intento no soy capaz de verla.

En física se denomina resiliencia a la capacidad de un material para recobrar su forma después de haber estado sometido a altas presiones. Ya imaginas lo que implica esto para la psicología: la habilidad de algunas personas para rebotar de las situaciones difíciles, de sobreponerse a contratiempos o incluso resultar fortalecidos por los mismos.

Las investigaciones apuntan a que nuestro índice de felicidad depende de la rapidez con la que superamos las caídas. La búsqueda de una escurridiza felicidad continua no es tan importante como el modo de aprender a capear las tormentas emocionales y recuperar la normalidad lo más rápidamente posible. Lo importante no es que te sientas siempre feliz sino que aprendas a, suceda lo que suceda, recobrar pronto la alegría. Todos nos caemos, lo que nos diferencia es la manera de levantarnos. La clave puede estar en convertir una pérdida en una ganancia. Hay que procurarse un estado de ánimo y un espíritu optimista, porque cuando eres optimista eres capaz de ver el factor positivo de una pérdida. Hay que ser consciente de la razón del fracaso, hay que analizarlo una vez te has levantado pero no durante la caída así, tu resiliencia te hará más grande, más fuerte, más sabio.

Y te preguntarás qué facilita la resiliencia, pues, entre otras cosas la autoestima y el afecto de la gente que te rodea. Por el contario, las mayores trampas para levantarse con dignidad son la arrogancia o dar por hecho algo. Se trata de hacer un buen análisis de la situación y no quedarse sólo en la obviedad de la superficie. Si no somos capaces de detectar el verdadero error el aprendizaje es baldío.

Muchas personas han experimentado efectos beneficiosos a largo plazo después de sufrir traumas serios, desde enfermedades graves a desastres naturales, pasando por accidentes, combates militares, agresiones, y pérdida de seres queridos. Desde los albores de la civilización se ha propagado la idea de que a través de la adversidad se puede obtener la recompensa. Quizá esta creencia sea el origen de la sentencia popular de que “no hay mal que por bien no venga”, o del viejo proverbio chino, “abundantes beneficios esperan a quienes descubren el secreto de encontrar la oportunidad en la crisis”. Una vez le preguntaron a Stephen Hawking en una entrevista: “¿Cómo se mantiene tan optimista?” Él contestó: “Mis expectativas se redujeron a cero cuando tenía 21 años. Desde entonces todo en mi vida han sido pluses”.


P.D. Alguien me enseñó una vez que la vida es muy perra y que te golpea a veces hasta derrumbarte. Es entonces, cuando estás con tus carnes por el suelo, el momento de levantarte y, asiéndote a clavos ardiendo, decirle, mirándole de frente: “Aquí estoy, venga, golpea otra vez”.

sábado, 11 de febrero de 2012

L´amour oh la la!

Voy a tratar de dar una visión científica al asunto del que todo el mundo habla pero pocos entienden. Digo entender de verdad. Porque desengaños amorosos hemos tenido todos y, de la misma manera que pinchar una rueda no nos ha convertido en mecánicos, el desamor no nos hace especialistas en el tema.

El amor romántico es una de las más curiosas, excitantes y dolorosas experiencias del ser humano. La gente vive, canta, mata y muere por amor, así que tiene que ser algo profundamente imbricado en el cerebro humano. Según la antropóloga Helen Fisher el amor es pura química. Y, antes de que me acuses de hereje o aguafiestas, te diré que igual que se pueden conocer todos y cada uno de los ingredientes de un pastel de chocolate y seguir disfrutando de él podemos conocer toda la química que hay detrás del amor romántico y seguir captando su magia.

Amamos porque, hace millones de años, nuestros antepasados necesitaban este flujo cerebral, estos impulsos y sentimientos para dirigir su cortejo, apareamiento, reproducción y paternidad. Por lo tanto, el amor es una necesidad fisiológica, un instinto animal y también el resultado de un flujo químico en el cerebro.

Cuando se estudia el cerebro de personas enamoradas los científicos hallan actividad en muchas partes del cerebro, pero destaca la actividad en una pequeñísima fábrica que hay cerca de la base del cerebro, llamada el área ventral tegmental. Y lo que hace esa fábrica es producir dopamina, un estimulante natural: un estimulante que proporciona sensaciones de plenitud, euforia y cambios de humor.

En los hombres descubrimos, además, una mayor actividad en una pequeña región cerebral asociada con la integración de los estímulos visuales. Esto tiene sentido: el negocio de la pornografía se apoya en los hombres y las mujeres se pasan la vida intentando agradar con su aspecto a los hombres. Durante millones de años, el hombre ha tenido que mirar bien a la mujer y tomarle la medida para ver si ella le daría un niño saludable.

Pero hay algo entre las mujeres que sorprende muchísimo. En ellas hay una mayor actividad en unas tres áreas diferentes, asociadas con la memoria y la rememoración, no simplemente con la capacidad de recordar. Y esto se entiende si pensamos que, durante millones de años, una mujer no podía mirar a un hombre y saber si podía ser un buen padre y un buen marido. Para saberlo, tenía que recordar. Tenía que recordar lo que había dicho el último día de San Valentín, cómo se había comportado con anterioridad, y así es, nos acordamos. Y esperamos que se cumpla lo dicho. Y nos llamamos las unas a las otras por teléfono, y lo recitamos, para estar seguras de que nos acordaremos. Es un mecanismo de adaptación que las mujeres probablemente han poseído durante cuatro millones de años, para conseguir al hombre adecuado.

Los científicos coinciden en que los efectos del amor son similares a los de las drogas adictivas, tiene todos los síntomas: a medida que el tiempo pasa, uno quiere más y más de la persona deseada. Además, es una adicción muy difícil de controlar Si has sido rechazado, lo mejor es deshacerse de todo lo que te recuerde a esta persona, no llamarla ni contactarla nunca más, salir y hacer cosas que te distraigan. Eventualmente, la química cerebral del amor romántico irá amainando, tal y como sucede con el síndrome de cualquier adicción.

El otro día leía una apreciación divertida: “el amor es un equívoco entre un hombre y una mujer que suele disiparse en el matrimonio”. Para los no científicos, el amor, afortunadamente, es algo mucho más simple y divertido….


sábado, 4 de febrero de 2012

Con el miedo en los talones

Si te pido que clasifiques las seis emociones básicas que ya intuía Darwin, -miedo, alegría, tristeza, ira, repugnancia y sorpresa- en emociones buenas y malas probablemente consideres el miedo, la tristeza, la ira y el asco como emociones negativas. Pero las emociones son sólo adaptativas, todas pueden ser buenas y malas dependiendo de su intensidad y de cómo se manejen. Así, el miedo nos da ciertas dosis de prudencia para no decir lo que realmente pensamos a nuestro jefe y abandonar nuestro trabajo, sin otra opción laboral, o nos da la posibilidad de salvar la vida frente a la amenaza de un depredador. El problema del miedo necesario para sobrevivir radica en que a veces no somos capaces de calibrar con precisión la respuesta emocional que correspondería, lógicamente, al grado de amenaza, nos paraliza y deja de ser un miedo adaptativo para convertirse en un miedo tóxico.

Coincido contigo en que el miedo y la ira mal gestionadas son las que peores resultados nos pueden ocasionar. Si te parece hoy nos centraremos en determinar si el miedo nace o se hace.

Hay estudios que demuestran que hay una parte de nuestro miedo que es genética, por eso, un niño muy pequeño le teme a las envergaduras grandes o a los animales que se arrastran y sisean y, sin embargo, los enchufes le parecen divertidos. Entre otros el miedo a la altura está codificado en nuestros genes. Se comprobó en un experimento denominado precipicio visual. Se colocaron dos superficies a determinada altura, una opaca y otra transparente, de forma que esta última pareciese suspendida en el vacío. Si colocamos en el medio de las dos superficies a un bebé de varios meses ¿hacia donde gateará? En la totalidad de los casos gateó hacia la opaca, al igual que otros animales: cachorros de pollos, gatos o monos, todos excepto los acuáticos. Los patos o las tortugas se van de cabeza a la superficie transparente. Nacemos con miedo a la altura, independientemente de haber vivido una experiencia desagradable o de padecer vértigo.

Por otro lado, también se ha demostrado que el miedo se puede aprender. Un equipo de científicos colocó a cinco monos en una jaula y, en su interior, una escalera y, sobre ella, un montón de plátanos. Cuando uno de los monos subía a la escalera para coger los plátanos, los científicos lanzaban un chorro de agua fría sobre el resto. Después de algún tiempo, cuando algún mono intentaba subir, los demás se lo impedían a palos. Al final, ninguno se atrevía a subir a pesar de la tentación de los plátanos. Entonces, los científicos sustituyeron a uno de los monos. Lo primero que hizo el nuevo fue subir por la escalera, pero los demás le hicieron bajar rápidamente y le pegaron. Después de algunos golpes, el nuevo integrante del grupo ya no volvió a subir por la escalera. Cambiaron otro mono y ocurrió lo mismo. El primer sustituto participó con entusiasmo en la paliza al novato. Cambiaron un tercero y se repitió el hecho. El cuarto y, finalmente, el último de los veteranos fueron sustituidos.

Los científicos se quedaron, entonces, con un grupo de cinco monos. Ninguno de ellos había recibido el baño de agua fría, pero continuaban golpeando a aquel que intentaba llegar a los plátanos. Si fuese posible preguntarle a alguno de ellos por qué pegaban a quien intentase subir a la escalera, seguramente la respuesta sería: “No sé, aquí las cosas siempre se han hecho así”. Parece que el miedo es de las pocas cosas que somos capaces de aprender en cabeza ajena.

La buena noticia es que los miedos genéticos se pueden modelar y los aprendidos, desaprender, el reto está en detectarlos y hacerles frente. Aunque de eso hablemos otro día de momento no olvides que el valor es saber manejar el miedo, no la ausencia de miedo.


P.D.: Hay un bonito mensaje en la película Coach Carter: “Empequeñecerse no ayuda al mundo, no hay nada inteligente en encogerse para que otros no se sientan inseguros a tu alrededor”