sábado, 1 de febrero de 2014

Adicción

Según el DSM-IV la dependencia de distintas drogas, incluyendo la nicotina, el alcohol, los psicoestimulantes o los opiáceos, se define como un trastorno crónico y recurrente  caracterizado por un consumo abusivo y continuo de estas sustancias a pesar de sus consecuencias negativas para la vida de la persona.

Empecemos a cuestionarnos la adicción con orden. Partimos del supuesto que el fin del ser humano es la felicidad. Pero en el camino de búsqueda nos entretenemos buscando placer inmediato, el idolatrado carpe diem, y entonces surge la paradoja, porque ese placer, sobre todo cuando se convierte en adicción, no trae pareja la felicidad, más bien al contrario, la imposibilita.

Los modelos de explicación clásicos son hedónicos. Mantienen que nos enganchamos a aquello que nos produce placer. Estos planteamientos fueron superados cuando Robinson y Berridge (2000) demostraron mediante experimentos con animales que el consumo compulsivo de drogas estaba vinculado a un mecanismo motivacional pero no hedónico. Esto explica por qué seguimos enganchados a algo cuando ya no nos produce placer o incluso empieza a disgustarnos.

Durante años se hicieron experimentos con ratas enjauladas y monos encadenados que se autoadministraban drogas hasta morir saciados de placer. Pero en 1981, Bruce K. Alexander, un psicólogo curtido en el tratamiento y cuidado de heroinómanos, realizó una serie de experimentos con los que desmontó algunos mitos sobre la adicción. Alexander quería comprobar qué pasaría si esos animales experimentales estuvieran en un entorno donde disfrutaran en libertad de todo tipo de comodidades.

Alexander y sus compañeros de investigación, Robert Coambs y Patricia Hadaway, construyeron una colonia de viviendas de veinte metros cuadrados para sus ratas Wister de laboratorio. Caldearon el espacio, lo decoraron con deliciosas virutas de cedro y toda clase de pelotas de colores intensos, ruedas y latas. Puesto que iba a ser una colonia mixta, destinaron mucho espacio al apareamiento, rincones para el parto, lugares para que los dentudos machos deambularan a gusto y nidos cálidos para las hembras en época de cría. En este edén pusieron 16 ratas, y a otras tantas en las clásicas jaulas de laboratorio, con poco espacio vital y aislamiento extremo y a ambos grupos les dieron morfina disuelta en agua con sacarosa (para contrarrestar el sabor amargo de la morfina y seducir a las ratas que son tan golosas). El agua fue endulzándose cada vez más para aumentar la seducción y también les dieron agua del grifo.

El resultado fue que las ratas del "parque" preferían el agua normal al agua con morfina por muy dulce que estuviera, mientras que  las ratas de las jaulas prefirieron desde el principio el agua con morfina, aunque estaba muy amarga pues no se endulzaba en la misma medida, y la bebieron 16 veces más. A pesar de que las ratas del parque probaban algunas veces el agua con morfina siempre volvían al agua corriente.

Cuidado con pensar que sólo generarás adicciones si vives en malas condiciones en un barrio pobre del Bronx. A veces se puede vivir marginado teniéndolo todo. Y me pregunto: ¿será la adicción al móvil un síntoma de pobreza vital?


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