miércoles, 25 de junio de 2014

Si no lo veo...

Una de las cosas en las que más nos cuesta creer es en la existencia de la parte inconsciente de nuestra mente. Y nos cuesta, fundamentalmente, porque nos gusta pensar que somos libres y el hecho de sentirnos en manos de nuestro inconsciente nos resulta cuanto menos incómodo. Somos herederos del “Pienso luego existo” cartesiano que consideraba todo nuestro ser dependiente de nuestra parte racional o consciente. Nos gusta considerarnos seres ordenados, lineales y predecibles. Nuestro comportamiento, según el planteamiento cartesiano, podría reducirse a silogismos que causan poca sorpresa. Freud descubrió en nosotros una parte oscura que explicaba lo que todo el mundo intuía, hay una parte en nosotros que nos conduce irracionalmente. Pero poco favor hizo Freud al considerarlo algo que había que controlar porque no se podía educar y además lo suponía la parte responsable de nuestro comportamiento más feo.
Déjame que te demuestre su existencia a través de tu parte racional, apelando a lo que decían de ella algunos de nuestros genios y no precisamente artistas, en el sentido reduccionista del término, si no recurriendo a matemáticos que se rindieron a la “evidencia” del inconsciente:
Poincaré cuenta como después de haber estado trabajando durante mucho tiempo en la resolución de las funciones fuchsianas decidió irse de excursión para despejarse y justo cuando subía al autobús le apareció súbitamente la solución que llevaba tiempo buscando. Llegó a la conclusión de que era su inconsciente quien la había encontrado y en base a eso propuso una teoría acerca de cómo se desarrolla el trabajo matemático en tres etapas: En la primera se produce el análisis consciente, en la segunda hay una incubación inconsciente y finalmente se produce una emergencia a la consciencia de la actividad inconsciente.
El matemático que sucedió a Poincaré en la Academia de las Ciencias, Jacques Hadamard, contaba que era capaz de observar desde el exterior, pasivamente, la evolución de las ideas inconscientes. Todos podemos hacer esto, es suficiente con que no pensemos en nada y estemos pendientes de lo que sucede entonces. Otro matemático, Gauss, uno de los mayores genios matemáticos de la historia relata en una carta su descubrimiento de un complejo teorema de la teoría de los números: “Hace dos días, lo logré, no por mis penosos esfuerzos, sino por la gracia de Dios. Como tras un repentino resplandor de relámpago, el enigma apareció resuelto. Yo mismo no puedo decir cuál fue el hilo conductor que conectó lo que yo sabía previamente con lo que hizo mi éxito posible”
La neurociencia está empeñada en los últimos años en demostrar que nuestra verdadera esencia está en esa parte inconsciente. Que nuestro talento creador, la intuición que nos hace decidir de la manera correcta o incluso la gestión emocional residen en esa parte. Esa parte de nuestra mente es desorganizada, asociativa y difícil de controlar. La buena noticia es que nuestra parte inconsciente puede ser educada, aunque seguramente no por medios tradicionales. Debemos aprender a dejarla trabajar, a observarla sin inmiscuirnos, a nutrirla en su primera etapa con conocimiento desorganizado, ella se ocupará de encontrar las relaciones, dejarla que fluya implica olvidarse de ella y por supuesto no permitir que nuestra parte racional la dé instrucciones, cuando menos lo esperemos ella nos sorprenderá, nos despertará en muchos casos, con soluciones a nuestros problemas o simplemente con maneras distintas de encuadrar nuestra realidad.

martes, 25 de febrero de 2014

Pedro y el lobo: La fábula de Operación Palace

Supongo que recuerdas la fábula: Pedro, un pastor apreciado en su pueblo, engaña repetidas veces a sus vecinos haciéndoles salir al monte al grito de que viene el lobo. Todas las veces que la gente del pueblo se echa a las montañas a matar al supuesto lobo Pedro se mofa de ellos hasta el desternille. Hasta que un día finalmente, llega el lobo. Llega de verdad, y Pedro corre a pedir ayuda al pueblo. Ese día, los escamados parroquianos ni corren ni atienden a la llamada de Pedro que pierde a todas sus ovejas.

Para los que creíamos haberlo visto casi todo en TV el documental-show-fábula (también los llaman mockumentary) de este fin de semana ha sobrepasado nuestras pésimas expectativas. Operación Palace de Jordi Évole, emitido en un franja informativa y con un periodista a la cabeza se ha convertido en lo más comentado en la redes sociales. Si ese era el objetivo: ¡chapeu! Pero leo por ahí que el objetivo era convertir ese programa en un experimento para hacer pensar y recapacitar a la audiencia. Y ahí es donde yo como psicóloga, comunicadora y sobre todo como audiencia me enfado.

Los experimentos sociales están muy bien para demostrar el poder de los medios y la pasividad e ingenuidad de las audiencias. Todo esto ya los sabemos de manera que no aporta nada nuevo. El poder de influencia de la autoridad (en este caso un periodista es autoridad informativa) también es por todos conocido. Déjame que te lo explique ahora con otra historia: Imagina que son las tres de la tarde de un caluroso día de agosto y se me ocurre despertar a mi hija Claudia de la siesta, y de paso, testar su grado de ingenuidad. – “Cariño, levanta, ponte un abrigo, vamos a la calle,¡¡está nevando!!” ¿Alguien duda que la niña se levantará, se pondrá un abrigo y me seguirá para ver nevar? Si mi conclusión es que esta niña mía es ingenua sólo demostraré que la ingenua soy yo. Mi hija cree que nieva en agosto porque se lo dice su madre que es lo más sagrado y fiable que ella conoce (andan cerca algunas aplicaciones del ipad). Lo mejor será cuando, ya en la calle y bajo un sol abrasador, le diga, -“pero serás tonta, y te lo has creído” y añado asumiendo mi papel de madre y educadora –“no debes creer todo lo que te digan”. Preveo la reacción:  mi hija rompería a llorar, y no porque no hubiese nieve con la que jugar, sino porque su madre, la persona que debe educarla, informarla y descubrirla la verdad del mundo le ha mentido. Claro que no cree lo que le dice todo el mundo. No es tonta. Pero a su madre...., qué tipo de niña sería si no creyera en su madre. Y, sí, también se habrá roto en mil pedazos una cosa muy frágil que difícilmente puede volver a pegarse: la confianza.

Nuestro periodista en cuestión debería estar orgulloso porque una gran parte de la audiencia le creímos (confieso que me debatía a ratos entre el sí y el no, pero cuando vi la cara de Garci en uno de los fotogramas, por supuesto trucados, me convencí) eso es un síntoma de que era un periodista con una gran credibilidad. Algo que nos debe Évole en estos momentos son los nombres de las personas que se negaron a participar en el esperpento. Por último, permíteme que yo también extraiga una moraleja retorcida de este “experimento”: los políticos (Leguina, Vestringe, Anasagasti) y los periodistas (Ónega, Gabilondo, Ansón) eran reales pero había varios actores con cargos y nombres falsos; dos espías, uno del Cesid y otro de la CIA, y un militar español. ¿Quizá las únicas personas de fiar? Mis disculpas por la osadía, ¿pero esto no era para poner en cuestión las conspiraciones del 23-F? me estoy empezando a embuclar. Toca retiro de tele una temporada.

sábado, 1 de febrero de 2014

Adicción

Según el DSM-IV la dependencia de distintas drogas, incluyendo la nicotina, el alcohol, los psicoestimulantes o los opiáceos, se define como un trastorno crónico y recurrente  caracterizado por un consumo abusivo y continuo de estas sustancias a pesar de sus consecuencias negativas para la vida de la persona.

Empecemos a cuestionarnos la adicción con orden. Partimos del supuesto que el fin del ser humano es la felicidad. Pero en el camino de búsqueda nos entretenemos buscando placer inmediato, el idolatrado carpe diem, y entonces surge la paradoja, porque ese placer, sobre todo cuando se convierte en adicción, no trae pareja la felicidad, más bien al contrario, la imposibilita.

Los modelos de explicación clásicos son hedónicos. Mantienen que nos enganchamos a aquello que nos produce placer. Estos planteamientos fueron superados cuando Robinson y Berridge (2000) demostraron mediante experimentos con animales que el consumo compulsivo de drogas estaba vinculado a un mecanismo motivacional pero no hedónico. Esto explica por qué seguimos enganchados a algo cuando ya no nos produce placer o incluso empieza a disgustarnos.

Durante años se hicieron experimentos con ratas enjauladas y monos encadenados que se autoadministraban drogas hasta morir saciados de placer. Pero en 1981, Bruce K. Alexander, un psicólogo curtido en el tratamiento y cuidado de heroinómanos, realizó una serie de experimentos con los que desmontó algunos mitos sobre la adicción. Alexander quería comprobar qué pasaría si esos animales experimentales estuvieran en un entorno donde disfrutaran en libertad de todo tipo de comodidades.

Alexander y sus compañeros de investigación, Robert Coambs y Patricia Hadaway, construyeron una colonia de viviendas de veinte metros cuadrados para sus ratas Wister de laboratorio. Caldearon el espacio, lo decoraron con deliciosas virutas de cedro y toda clase de pelotas de colores intensos, ruedas y latas. Puesto que iba a ser una colonia mixta, destinaron mucho espacio al apareamiento, rincones para el parto, lugares para que los dentudos machos deambularan a gusto y nidos cálidos para las hembras en época de cría. En este edén pusieron 16 ratas, y a otras tantas en las clásicas jaulas de laboratorio, con poco espacio vital y aislamiento extremo y a ambos grupos les dieron morfina disuelta en agua con sacarosa (para contrarrestar el sabor amargo de la morfina y seducir a las ratas que son tan golosas). El agua fue endulzándose cada vez más para aumentar la seducción y también les dieron agua del grifo.

El resultado fue que las ratas del "parque" preferían el agua normal al agua con morfina por muy dulce que estuviera, mientras que  las ratas de las jaulas prefirieron desde el principio el agua con morfina, aunque estaba muy amarga pues no se endulzaba en la misma medida, y la bebieron 16 veces más. A pesar de que las ratas del parque probaban algunas veces el agua con morfina siempre volvían al agua corriente.

Cuidado con pensar que sólo generarás adicciones si vives en malas condiciones en un barrio pobre del Bronx. A veces se puede vivir marginado teniéndolo todo. Y me pregunto: ¿será la adicción al móvil un síntoma de pobreza vital?


jueves, 2 de enero de 2014

Vade retro 2013


Se fue. Por fin. En lugar de 12 parecieron 20 meses de largo que se nos hizo. Pero claro, qué podíamos esperar de un dos mil….trece. Y digo yo: a ver si el 2013 no ha sido tan malo y el 2014 no va a ser tan bueno como nos prometemos. Y digo más: no sea que al 13 por ser 13 le hemos mirado con peor ojo.

Volvemos a lo de siempre, no estamos hechos sólo de partículas de los océanos primitivos, sino también de sueños, deseos, fantasías y supersticiones. Nos pusimos lencería roja, comimos doce uvas y brindamos con oro en las copas. Los rituales y las supersticiones son actos no totalmente racionales con una finalidad: manipular de alguna manera el futuro.

Aceptémoslo: nuestro mundo cambia a un ritmo asombrosamente acelerado. La tecnología avanza a velocidades jamás imaginables, el poder económico global sufre cambios sísmicos de la noche a la mañana y, hasta caminamos y hablamos más rápido. Estos cambios han traído consigo más incertidumbre. La ciencia ha demostrado una relación entre la superstición y los rituales y la necesidad de control en un mundo turbulento.

Bruce Hood, profesor de psicología experimental de la Universidad de Bristol, demostró este argumento en un discurso pronunciado en Norwich durante el Festival de la Asociación Británica de Ciencias. Delante de un auditorio lleno de científicos, Hood mostró un suéter azul y ofreció diez libras esterlinas a cualquier persona que quisiera ponérselo. Muchas manos se alzaron en el salón. Después, Hood les dijo a los presentes que el suéter había pertenecido a Fred West, un asesino en serie quien, al parecer, había asesinado brutalmente a doce mujeres jóvenes y también a su esposa. Prácticamente todos bajaron las manos, salvo unos cuantos. Y cuando, finalmente, los pocos voluntarios restantes finalmente se probaron el suéter, Hood observó que los demás miembros del auditorio se apartaban de ellos. Hood después confesó que la prenda no había pertenecido a Fred West, pero eso no tenía importancia. La simple noción de que el suéter había pertenecido al asesino fue suficiente para que los científicos evitaran el contacto. Era “como si el mal, una postura moral definida por la cultura, se hubiera manifestado físicamente dentro de la prenda”, dijo Hood. Racionalmente o no, les atribuimos poderes semejantes a objetos tales como las monedas de la suerte, las alianzas matrimoniales, etc. La mayoría de los rituales y conductas supersticiosas están tan arraigados en la cultura y en la vida cotidiana que muchas veces ni siquiera pensamos por qué incurrimos en ellos.

Tomemos el ejemplo del miedo al número 13. A principios de 2007, en respuesta a un sinnúmero de quejas de los clientes, Brussels Airlines modifícó su logotipo para agregar un punto más a los trece que tenía. Si quieres sentarte en la fila nº 13 en un vuelo de Air France, KLM, Iberia, etc, tendrás mala suerte porque, sencillamente, no existe. Igual que las cadenas de hoteles pasan de la planta 12 a la 14. El álbum musical Room for Squares, del compositor y cantante norteamericano John Mayer, consta de 14 pistas, aunque la 13ª es de 0,2 segundos de silencio y no aparece en la carátula del álbum. El álbum Alivio de luto, de Joaquín Sabina, tampoco presenta este número: después de la pista número doce viene la pista "+uno". En los Estados Unidos, nunca ha existido un caza denominado F-13. Por su parte, Renault ha contado a lo largo de su historia, con una serie de modelos numerados. Desde el Renault 3 al Renault 25, existen modelos con todos los números excepto con el 13 y, como todo el mundo sabe Ángel Nieto fue campeón del mundo de motociclismo en 13 ocasiones, pero él siempre se refiere a que lo fue en 12+1 ocasiones.