domingo, 30 de junio de 2013

Peligro de contagio

Las emociones se contagian. Sí, se contagian mucho más rápido que cualquier virus. Tanto la positivas como las negativas. Aunque las más intensas como el desprecio, la ira o la tristeza, se contagian aún más rápidamente porque son las  emociones que el cerebro cree que más pueden ayudarnos a sobrevivir.

Estamos programados para contagiarnos emociones por dos motivos: para aprender y para sobrevivir. Por un lado, imitar a los demás nos ayuda a aprender de ellos. Por otro, las emociones de los demás pueden salvarnos la vida. Si un animal salvaje se acerca a un poblado la primera persona que lo vea saldrá a correr con cara de susto y los demás le seguirán sin pensar. Como no queremos estar fuera del grupo, imitamos a los demás de forma consciente e inconsciente: copiamos gestos, risas, toses, acentos, seguimos modas en la forma de vestir o de hablar… Aunque sea una programación antigua diseñada para ayudarnos a sobrevivir, no ha cambiado porque todavía funcionamos con muchos instintos ancestrales. De hecho, los estudios más recientes, por ejemplo los de percepción de Solomon Asch, indican que la presión social es capaz de cambiar y moldear nuestras decisiones porque el cerebro nos alerta cuando no pensamos como los demás, y nos recompensa si nos conformamos a la mayoría.

Pero no siempre es útil ser contagiado por las emociones negativas. Muchas de las emociones que antaño nos salvaban la vida hoy nos generan respuestas fisiológicas que nos enferman a través del estrés. Así, debemos ser capaces de filtrar de manera consciente algo que es inconsciente y programado. Ser emocionalmente inteligente implica ser un individuo con libertad a la hora de sentir y pensar. Algunos recursos que puedes utilizar son:

-          Exagera los «activadores» del buen humor: come chocolate, haz deporte, baila, sal con los amigos, ve al cine…
-          Elimina o limita lo que te desgasta: la crítica interna y externa, las personas amargadas, las limitaciones que te impones, las luchas de poder, todo lo que supone perder tiempo y energía. Reemplázalos con situaciones y personas positivas.
        Tu cerebro, naturalmente, pone el foco en lo negativo: tú céntrate en lo que haces bien, es decir, pon el foco en lo positivo, en lo que te hace sentir bien, en lo que te alimenta, en el trabajo, en tu vida personal.
        Pasa tiempo con personas positivas, sus emociones también son contagiosas.

Somos responsables de las emociones que trasladamos a los demás. No los contamines. Cuenta hasta cinco antes de enviar un correo desagradable o de decir algo negativo. Tenemos una gran capacidad para hacer daño o para dar alegría a los demás, para contagiarles consciente o inconscientemente nuestras emociones, ¿o sí?

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