sábado, 2 de febrero de 2013

El cáncer del alma

Tengo que empezar con Freud. Ya sé que está de moda criticar a Freud, y supongo que en parte se lo merece, pero pocos científicos me vienen a la memoria que, ochenta años después de haber realizado sus principales contribuciones teóricas, sigan siendo considerados lo suficientemente acertados e importantes como para que cualquiera se tome la molestia de señalar sus errores en vez de relegarlos a los archivos de las bibliotecas.

De la escuela freudiana de pensamiento procede una de las más acertadas descripciones de la depresión. La depresión como agresión vuelta hacia dentro. De repente cobran sentido la pérdida de placer, el retraso psicomotor, los impulsos suicidas, el nivel elevado de las hormonas del estrés y el aumento de la tasa metabólica, características que no son aplicables a quien carece de energía para actuar, sino al estado de un enfermo de depresión, exhausto a causa del conflicto emocional más agotador de su vida, conflicto que se produce exclusivamente en su interior.

<<Estoy triste y no sé por qué. Llevo triste y con los ánimos por los suelos desde hace tres meses y por mucho esfuerzo que haga no logro sentir alegría ni ganas de vivir. No me ha pasado nada que me haya llevado a sentirme así, tan apagada. Me cuesta hacer cualquier cosa, lloro sin razón, no tengo energía y me siento culpable de no poder atender a mi familia y a mis amigos. Sólo quiero estar en casa, tumbada y dormir. No puedo ir a trabajar ni cumplir con mis obligaciones cotidianas. Ya no me divierte nada. No le encuentro sentido a la vida>>.

Esta bestia, sin escrúpulos ni compasión, con sus colmillos afilados, tienen el poder de paralizar y anular la pura esencia vital del individuo. Tiene la capacidad de robar hasta la última gota de esperanza y de llevar a la persona hasta el pozo más profundo y oscuro, donde el aire es imperceptible, donde la humedad atraviesa el cuerpo como una flecha y donde las ganas de vivir desaparecen. La depresión puede aislarte de todo aquello que amas y disfrutas, de los pequeños y grandes placeres, de la alegría y el sosiego. Es un agujero negro que arranca la energía de cualquier persona que la padece para esconderla en un lugar lejano, oscuro y estrecho.

A pesar de eso hay grandes obras de arte que han surgido de mentes atrapadas en el infierno. Van Gogh es un ejemplo; Dante, otro. Además, muchas personas que admiran y aprecian tales obras agradecen que sus propios infiernos no sean tan malos comparados con los de esos artistas.

La depresión puede ser básicamente de dos tipos: exógena o reactiva y endógena. Sufrimos una depresión exógena o reactiva cuando, por ejemplo, perdemos un ser querido; la reacción a nuestra pérdida es una profunda sensación de tristeza y vacío. En este caso existe una causa psicológica externa que produce la depresión. Por otro lado, cuando no existe una razón clara por la que nos sentimos profundamente tristes y melancólicos y se debe a una descompensación química en el cerebro, se considera una depresión endógena.

En la depresión exógena la manera en la que percibas las situaciones dará lugar a una actitud optimista o pesimista ante las mismas cosas. Cuando te veas a ti mismo metido en un túnel sin salida, es importante tener presente que esta circunstancia no la causa la falta de recursos importantes, como la inteligencia, la memoria o la imaginación. El causante de esta situación lo encontramos en lo que se denomina un estado mental limitante. Para entender esto con mayor facilidad vamos a utilizar una analogía. Visualicemos a uno de los mejores jugadores de baloncesto que haya en el mundo. Sus habilidades le permiten encestar sin dificultad. Imaginemos que a es mismo jugador lo introducimos en una gran caja transparente y cerrada. ¿Verdad que por bueno que sea mientras no salga de su caja no podrá encestar? Esa caja representa un estado mental limitante que restringe toda su movilidad y puede anular por completo todo su talento. El jugador de baloncesto no es limitado, sino que hay una estructura que lo limita. Esta es una distinción fundamental que necesitamos hacer.

En esos momentos en los que nuestra capacidad de razonar y de reflexionar se encuentra limitada, la salida del túnel a veces no pasa por pensar, sino por actuar, por no quedarnos inmovilizados. Demos un paso adelante, aunque sea muy pequeño, hagamos algo, una llamada, tomemos una pequeña decisión aunque no sea perfecta. Es importante moverse, hacer algo, dar un paso adelante. Un movimiento sencillo lleva un mensaje de gran impacto a nuestro cerebro: ¡YO PUEDO¡

1 comentario:

  1. Muy interesante su publicación.Por lo que he leído ,puedo entonces , considerar que la forma en que percibimos las situaciones condiciona nuestro estado de animo.Y nosotros mismos somo capaces de hundirnos o salir adelante.

    Creo definitivamente que la depresión es aun peor que el cáncer o el sida. Porque está se presenta de manera indirecta y afecta más cuando uno mismo no puede controlarla.

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