sábado, 1 de diciembre de 2012

El hombre líquido

Con las navidades acechando a la vuelta de la esquina puede ser un buen momento para que te plantees si tus hábitos consumistas te dan la felicidad que suelen prometernos los medios de comunicación.

El filósofo y ensayista Zygmunt Bauman define a nuestro tiempo como la “modernidad líquida”. Partiendo del supuesto de que hoy nuestra única certeza es la incertidumbre el hombre moderno ha convertido la vida, el amor, los miedos, etc. en algo provisional. No se da el tiempo para que ninguna idea o pacto solidifique. Este enfoque ya forma parte de la filosofía de vida: hagamos lo que hagamos es de momento, por ahora, y así, la vida es líquida, el amor es líquido, hoy una pareja dura lo que dura la gratificación. Es lo mismo que cuando te compras un teléfono móvil: no juras fidelidad a ese producto, si llega una versión mejor al mercado, con más trastos, tiras lo viejo y te compras lo nuevo.

También los miedos son líquidos, estamos asustados por la fragilidad y la vacilación de nuestra situación social, vivimos en la incertidumbre y en la desconfianza en nuestros políticos e instituciones.

Para Bauman hay dos valores básicos en nuestra vida: la seguridad y la libertad, y ahí está la gran paradoja, se suponen valores irreconciliables. Cuanta más libertad tengamos menos seguridad, y cuanta más seguridad menos libertad. Sí,  conseguimos que no nos atraquen por la calle, que si caemos enfermos nos atiendan, pero nos volvemos dependientes, subordinados, y eso nos hace sufrir.

Irremediablemente esta vida líquida es el reflejo de nuestros hábitos de consumo, ¿o es la vida líquida de nuestra época la que condiciona nuestra manera de consumir?, en cualquier caso, la obsolescencia planificada junto al afán por adquirir lo último, han llevado a que nuestro consumo sea un “fast” consumo. Todo es de usar y tirar. Por extensión hemos acabado convirtiendo las relaciones personales en relaciones líquidas, que no solidifican. Objetos y personas son bienes de consumo, y como tales pierden su utilidad una vez usados. La vida líquida conlleva una autocrítica y autocensura constantes; se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo.

Nos hemos convertido en consumidores consumidos. Hemos trasplantado unos patrones de comportamiento creados para servir a las relaciones entre cliente y producto, a otros órdenes del mundo. Tratamos al mundo como si fuera un contenedor lleno de juguetes con los que jugar a voluntad. Cuando nos aburrimos de ellos, los tiramos y sustituimos por algo nuevo, y así ocurre con los juguetes inanimados y con los animados.

La cuestión es que una actitud racional para con un objeto es una actitud muy cruel para con otros seres humanos. El consumismo es una catástrofe que afecta a la calidad de nuestras vidas y de nuestra convivencia. Creemos que para todos los problemas siempre hay una solución esperando en la tienda, que todos los problemas se pueden resolver comprando, y esto induce a error, nos debilita.


P.D: Una buena sociedad sería la que hace que las decisiones correctas sean las más fáciles de tomar. Zygmunt Bauman.

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