sábado, 15 de diciembre de 2012

Sí, soy feliz, ¿qué pasa?

Los alumnos de la Agencia de Publicidad Pícame junto a los alumnos de periodismo de la Universidad Camilo José Cela donde trabajo tuvieron una gran idea: hacer un periódico gratuito sólo de Buenas Noticias. Y allá que se fueron a la Puerta del Sol a repartirlos. Me pidieron un artículo y esto es lo que les envíe, y lo que publicaron, gracias chicos!!

Sí, soy feliz, ¿qué pasa?

Parece que otra de las tantas consecuencias de la crisis, y será la única vez que la mencione, es haber  puesto de moda la queja constante y reiterada en las noticias, el metro, el mercado,  el ascensor…. Me resulta difícil creer que haya tanta gente infeliz,  parece, más bien que a la mayoría nos avergüenza confesar que somos felices. Admitir que se es feliz se ha convertido, si no en algo políticamente incorrecto, al menos en algo de mal gusto, ¡con lo mal que lo están pasando otros!

El último informe  que publicó el instituto CocaCola de la felicidad señala que el 54% de los españoles considera al amor como la máxima prioridad para ser felices, superando a la salud que ocupaba la primera posición según el informe del Instituto Coca-Cola de la Felicidad 2008, y que se sitúa ahora en un 31%. A pesar del mal momento económico, el dinero sigue siendo el último en el ranking de factores indispensables para lograr la felicidad, con un 7%. Un porcentaje que ha disminuido notablemente, si lo comparamos con los datos del informe correspondiente a 2008.

El primer informe señalaba celebrar los cumpleaños, ir de compras, dar cariño, cuidar el medio ambiente, celebrar la navidad, dormir la siesta y ser agradecido, como algunos de los pequeños hábitos o costumbres que ayudan a complementar el perfil de la gente que se declara muy feliz.

Bien, pues dicho lo cual, y considerando que el dinero no es la excusa, yo les preguntaría a los lectores infelices lo que el famoso psiquiatra superviviente del holocausto, Viktor Frankl,  preguntaba a sus pacientes aquejados de múltiples padecimientos, más o menos importantes, ¿por qué no se suicida usted? Superada la sorpresa todos enumeraban la cantidad de cosas que había en su vida que merecían la pena y por las que no podían marcharse: sus hijos, los amigos, su trabajo, un talento, recuerdos que no querían perder, la belleza de una puesta de sol... La clave, probablemente, está en que prestamos más atención a lo que no tenemos, a lo que nos falta, y  siempre falta algo: mi coche puede ser mejor, podría tener mejor sueldo, y mi pareja debería ser más detallista, de manera que nos convertimos en infelices sin remedio.

Permíteme lector que sea G. Bernard Shaw quien tome ahora la palabra: “Las personas que funcionan bien en este mundo son las que al levantarse por la mañana buscan las circunstancias que quieren, y si no las encuentran las inventan”.

Al final, parece que la vida no es esperar a que pase la tormenta, es aprender a bailar bajo la lluvia. Y, sí,  soy feliz, porque cada día busco una pequeña cosa por la que merezca la pena vivir, ¿qué pasa?

sábado, 1 de diciembre de 2012

El hombre líquido

Con las navidades acechando a la vuelta de la esquina puede ser un buen momento para que te plantees si tus hábitos consumistas te dan la felicidad que suelen prometernos los medios de comunicación.

El filósofo y ensayista Zygmunt Bauman define a nuestro tiempo como la “modernidad líquida”. Partiendo del supuesto de que hoy nuestra única certeza es la incertidumbre el hombre moderno ha convertido la vida, el amor, los miedos, etc. en algo provisional. No se da el tiempo para que ninguna idea o pacto solidifique. Este enfoque ya forma parte de la filosofía de vida: hagamos lo que hagamos es de momento, por ahora, y así, la vida es líquida, el amor es líquido, hoy una pareja dura lo que dura la gratificación. Es lo mismo que cuando te compras un teléfono móvil: no juras fidelidad a ese producto, si llega una versión mejor al mercado, con más trastos, tiras lo viejo y te compras lo nuevo.

También los miedos son líquidos, estamos asustados por la fragilidad y la vacilación de nuestra situación social, vivimos en la incertidumbre y en la desconfianza en nuestros políticos e instituciones.

Para Bauman hay dos valores básicos en nuestra vida: la seguridad y la libertad, y ahí está la gran paradoja, se suponen valores irreconciliables. Cuanta más libertad tengamos menos seguridad, y cuanta más seguridad menos libertad. Sí,  conseguimos que no nos atraquen por la calle, que si caemos enfermos nos atiendan, pero nos volvemos dependientes, subordinados, y eso nos hace sufrir.

Irremediablemente esta vida líquida es el reflejo de nuestros hábitos de consumo, ¿o es la vida líquida de nuestra época la que condiciona nuestra manera de consumir?, en cualquier caso, la obsolescencia planificada junto al afán por adquirir lo último, han llevado a que nuestro consumo sea un “fast” consumo. Todo es de usar y tirar. Por extensión hemos acabado convirtiendo las relaciones personales en relaciones líquidas, que no solidifican. Objetos y personas son bienes de consumo, y como tales pierden su utilidad una vez usados. La vida líquida conlleva una autocrítica y autocensura constantes; se alimenta de la insatisfacción del yo consigo mismo.

Nos hemos convertido en consumidores consumidos. Hemos trasplantado unos patrones de comportamiento creados para servir a las relaciones entre cliente y producto, a otros órdenes del mundo. Tratamos al mundo como si fuera un contenedor lleno de juguetes con los que jugar a voluntad. Cuando nos aburrimos de ellos, los tiramos y sustituimos por algo nuevo, y así ocurre con los juguetes inanimados y con los animados.

La cuestión es que una actitud racional para con un objeto es una actitud muy cruel para con otros seres humanos. El consumismo es una catástrofe que afecta a la calidad de nuestras vidas y de nuestra convivencia. Creemos que para todos los problemas siempre hay una solución esperando en la tienda, que todos los problemas se pueden resolver comprando, y esto induce a error, nos debilita.


P.D: Una buena sociedad sería la que hace que las decisiones correctas sean las más fáciles de tomar. Zygmunt Bauman.