sábado, 17 de noviembre de 2012

¡A por ellos¡ que son pocos y cobardes

“Bueno, tampoco es para tanto. Mañana a primera hora me pongo con ello”, “bufff, ¿ponerme con eso ahora? si es que no me apetece… el mundo no se va a venir abajo porque lo retrase un par de días” o “pongo a bajar un par de películas y luego sin falta lo hago”. Luego te enredarás con Twitter, te pondrás a echar una partida con la Xbox o empezarás a ver el último capítulo de Lost… y la tarea seguirá sin hacer.

Puedes ser realmente bueno buscando complejos y convincentes argumentos para postergar lo que no te apetece hacer en ese momento, que es justo el momento en el que deberías hacerlo. Este arte del regateo productivo se ha dado en llamar procrastinación y es uno de los grandes males de la sociedad contemporánea y paradójicamente (dado que se basa en postergar las tareas), uno de los mayores creadores de estrés. Según diversos estudios, la llamada procrastinación provoca, a largo plazo, migraña, problemas gástricos, dolor de espalda, catarros y malestar generalizado, puesto que tendemos a dejar para otro momento todo aquello que percibimos como desagradable o indeseado, de forma que poco a poco todas esas tareas comienzan a acumularse en un lastre que arrastramos día tras día. El psicólogo y filósofo norteamericano William James señalaba que "nada es tan fatigoso como el eterno balanceo de una tarea inacabada". La sensación de que nos tendremos que enfrentar con lo indeseado no desaparece hasta que finalmente lo afrontamos.

Si me dejas puedo sugerirte algunas maniobras de distracción para librarte de nuestra amiga la procrastinación:

1. Si se trata de una tarea grande divídela en tareas más pequeñas. Eso te ayudará a ver que no es para tanto y te animará a acometer la tarea punto por punto, con pequeñas conquistas.

2. Si es una tarea compleja, no busques la perfección a la primera. Hazla, termínala de un tirón  y luego vuelve sobre ella para mejorarla y pulirla. Muchas veces es “el sacar brillo” lo que nos desanima: “es que es un montón de trabajo”. Generalmente lo que es un montón de trabajo son los pequeños detalles. No te pares a darle formato al texto, o a buscar los iconos para una presentación, o a encontrar el estilo perfecto de un escrito, empieza a escribir como sea y una vez completado ya lo irás perfeccionando a tu gusto. Es más fácil así.

3. En cualquier caso es necesario que cortes cualquier distracción. Si no, justo cuando estés debatiendo internamente sobre si hacerlo o no hacerlo, recibes un correo o te comentan algo por Twitter y, adiós al debate. Tu cabeza ya está en otro sitio, has perdido la oportunidad de hacerlo.

4. La regla de los “2 minutos” de David Allen, el precursor del método GTD (Getting Things Done), puede ser muy útil para dar esquinazo a la procrastrinación. Si una tarea surge y la puedes completar en menos de 2 minutos (es un tiempo orientativo, se refiere a que podemos terminarlo de forma inmediata), hazla, ahora, sin pensarlo. Muchas de esas pequeñas tareas que podríamos despachar en menos de dos minutos son la materia prima de la procrastinación. Los mensajes de correo son un claro ejemplo de ello. Si puedes contestarlos, dar una respuesta a alguien que busca algo y cerrar el tema en menos de dos minutos, hazlo de inmediato, no digas “bueno, le contesto mañana mejor”.

5. Otro truco puede ser recurrir a tu canción favorita. Todos tenemos una canción “que nos pone las pilas”, que nos llena de energía y nos hace sentirnos master-and-commander, capaces de ascender el Everest (bueno, casi). Si puedes, en el momento de la duda, ponla. Déjate llevar por su fuerza y grítate: “¡Hazlo ahora!”


sábado, 3 de noviembre de 2012

Dime con quién andas y te diré si te estresas

En una serie de elegantes experimentos acerca del estrés realizados por Jay Weiss, filólogo de la Universidad Rockefeller, una rata recibe descargas eléctricas leves, tras una serie de ellas, la rata desarrolla una respuesta de estrés prolongada, en la habitación contigua, otra rata recibe la misma serie de descargas, siguiendo la misma pauta y con la misma intensidad, por lo que su equilibrio alostático se pone en peligro en la misma medida. Pero esta vez, siempre que la rata recibe una descarga puede subir corriendo a una barra de madera y roerla. Este animal tiene muchas menos probabilidades de desarrollar una úlcera, porque se le ha proporcionado una salida a la frustración. Hay más tipos de salidas que son efectivas: si la rata come algo, bebe agua o corre en una rueda giratoria, es menos probable que desarrolle una úlcera

Una variante del experimento de Weiss revela una característica especial de la reacción de salida a la frustración. Esta vez, cuando la rata recibe una serie idéntica de descargas y se halla alterada, puede cruzar corriendo la jaula, sentarse junto a otra rata y…, liarse a mordiscos con ella. Se trata de un desplazamiento de la agresión inducido por estrés, que hace maravillas a la hora de minimizar los efectos estresantes de un agente. Es también una especialidad de los primates. Sapolsky lo cuenta muy bien: un babuino macho pierde una pelea. Lleno de frustración, se da la vuelta y ataca a un macho subordinado que está a lo suyo. Éste, a su vez, se lanza sobre una hembra adulta, que muerde a una hembra joven, que tira de un árbol a una cría. Un porcentaje elevadísimo de la agresión en los primates es una manifestación de frustración desplazada hacia espectadores inocentes. A los humanos se nos da muy bien, y tenemos una forma técnica para describir este fenómeno en el contexto de la enfermedad asociada al estrés: “Es de esos tipos que no tiene úlcera: la provoca”. Pagarlo con otra persona es muy eficaz a la hora de minimizar el impacto de un agente estresante.

Pero, por suerte, hay otro modo de interactuar con otro organismo para minimizar el impacto de un agente estresante mucho más positivo para el futuro de nuestro planeta que el desplazamiento de la agresión. Las ratas apenas lo emplean, pero los primates somos unos expertos. Si se somete a una cría de primate a una situación desagradable, emite una respuesta de estrés. Si la sometemos al mismo agente estresante en una habitación llena de primates, depende. Si los primates son extraños, la respuesta de estrés empeora. Pero si son amigos, disminuye. Estamos hablando de redes de apoyo social: ayuda disponer de un hombro sobre el que llorar, una mano a la que agarrarse, unos oídos que te escuchen, alguien que te acune y te diga que todo va a salir bien.

Las investigaciones han demostrado que las personas con conyuge y/o amigos íntimos tienen mayor esperanza de vida. Cuando muere el cónyuge, el riesgo de morir se dispara. Las personas que están socialmente aisladas tienen unos sistemas nerviosos simpáticos excesivamente activos, y mayor probabilidad de desarrollar una enfermedad cardíaca. Dicho esto, no puedo evitar dudar acerca de la causa y el efecto. ¿La soledad incrementa el estrés o es la tendencia a estresarse lo que aumenta la soledad?