sábado, 5 de mayo de 2012

Tengo miedo

El miedo, como las demás emociones, no es una emoción positiva ni negativa es simplemente adaptativa. Hasta que se convierte en ansiedad o fobia nos sirve para ser cautos y protegernos de lo que nos puede dañar. Es cierto que, a veces ese miedo ni siquiera tiene objeto y se convierte en angustia, en ansiedad. Angustia es un miedo sin objeto. ¿Qué teme el angustiado? Nada en particular. Esta característica permitió a Heidegger hacer un ingenioso juego de palabras metafísico y decir que la angustia nos revela la Nada. En todo caso, lo que nos revela es nuestra vulnerabilidad. Una de las características de los pensamientos  angustiosos es que no llevan a ninguna parte. Se mueven en círculo. Recuerdo un angustioso apólogo de Kafka, titulado la guarida: una pequeña alimaña del bosque excava su refugio y desde el interior camufla la entrada para que sus depredadores no la descubran. Pero, una vez dentro, le entra la preocupación de si la entrada estará bien disimulada. Para cerciorarse, necesita verla desde fuera. Sale, pero para salir ha tenido que destruir el camuflaje. Vuelve a construirlo desde dentro, vuelve a salir, vuelve a entrar. Su afán de seguridad le hace estar permanentemente insegura porque la angustia es una permanente ansiedad ante una amenaza imprecisa.
Los psicólogos nos empeñamos en conocer los secretos de la mente pero quienes mejor conocen los recovecos del alma son los poetas. Pocos han descrito el miedo como Rilke:
“Todos los miedos perdidos están otra vez aquí. El miedo de que un hilito de lana que sale del borde de la colcha sea duro, duro y agudo como una aguja de acero; el miedo de que ese botoncito de mi camisa de noche sea mayor que mi cabeza, grande y pesado; el miedo de que esta miguita de pan que ahora se cae de mi cama sea de cristal y se rompa abajo, y el miedo opresor de que con eso se rompa todo, todo para siempre; el miedo de que la tira del borde de una carta desgarrada sea algo prohibido que nadie debería ver; algo indescriptiblemente precioso, para lo cual no hay lugar bastante seguro en el cuarto; el miedo de que si me duermo me trague el trozo de carbón que hay delante de la estufa; el miedo de que empiece a crecer cierto número en mi cabeza hasta que no tenga sitio en mí; el miedo de que me pueda traicionar y decir todo aquello de que tengo miedo, y el miedo de que no pueda decir nada, porque todo es inestable, y los otros miedos…. ”
Déjame que siga usando a Rilke. Cuando nos cuenta la historia del hijo pródigo  la interpreta como el temor a producir angustia en los demás al darles amor… “Difícilmente me convencerán de que la historia del hijo pródigo no es la leyenda del que no quería ser amado” El protagonista huye de la casa paterna, donde todos, hasta los perros, le querían, porque no soporta la idea de hacer daño a aquellos que, por quererle, esperan algo de él, algo que él no está dispuesto a dar. “Sólo mucho después comprenderá claramente cuánto se había propuesto no amar nunca para no poner a nadie en la difícil situación de ser amado” Para Rilke  el amor perfecto es el que no pide nada, ni espera nada.
Te contaba al inicio que sentir miedo no siempre es algo malo, puede ser enormemente creativo, el recogimiento que provocan la soledad y la angustia puede crear cosas muy bellas. Rilke pensaba que necesitaba el malestar íntimo para crear.  El 14 de enero de 1912 dice en una carta al doctor Emil von Gebsattel, médico psicoanalista: “Si no me equivoco, mi mujer está convencida de que es una especie de dejadez por parte mía lo que me impide hacerme analizar conforme al aspecto piadoso de mi naturaleza (como dice ella); pero esto es falso; es precisamente, por así decirlo, mi piedad lo que me impide aceptar esta intervención, ese querer  poner en orden mi interior, esa cosa que no forma parte de mi vida, esas correcciones en tinta roja en la página escrita hasta ahora. Ya lo sé, estoy mal, y usted, querido amigo, ha podido ya comprobarlo; pero créame, estoy tan lleno de esta maravilla incomprensible e inimaginable que es mi existencia, que, desde un principio, parecía imposible y, no obstante, continúa, de naufragio en naufragio, por caminos cuajados de las más duras piedras, que si pienso en la posibilidad de no volver a escribir, me trastorna la idea de no haber trazado sobre el papel la línea maravillosa de esa existencia tan extraña” y concluye con esta maravillosa frase “temo que al expulsar a mis demonios puedan abandonarme también mis ángeles”. 



P.D.: Muchos animales tienen miedo a los ojos, porque son el signo de una vida ajena, de la que no se sabe qué esperar. Por eso, algunas mariposas dibujan en sus alas formas parecidas a ojos, para espantar a los depredadores. En el caso del ser humano, detrás de los ojos hay una subjetividad que juzga y, a partir de esa evaluación, acepta o rechaza, quiere u odia, acoge o ataca y eso, a veces, da miedo.

2 comentarios:

  1. yo opino que el miedo, en ultima instancia, es simplemente ignorancia, comprendiendo lo ignorado el miedo desaparece...
    saludos

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  2. El miedo está tan presente, estamos atenazados. El miedo en el amor es algo que te impide vivir, te lleva a ese silencio acosador, que te provoca casancio, hastío,...

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